La historia que tiene más de un siglo, cuenta
que una princesa agonizaba. En su lecho de muerte, pidió que su tumba fuese
cubierta con una gran piedra de granito y que alrededor hubiese otras piedras
sellando la lápida. También dio órdenes de
afianzar las piedras con abrazaderas de hierro. A pedido, suyo, la lápida
llevaría escrito:
"Esta tumba,
comprada para toda la eternidad,
jamás
deberá abrirse"
Aparentemente, durante el
entierro se metió en la tumba una bellotita. Al tiempo empezó a asomarse un
brotecito en medio de las piedras. La bellota había podido absorber suficiente
alimento como para crecer. Después de varios años de crecimiento, un robusto
roble se levantaba entre las abrazaderas de hierro. El hierro no pudo con el
roble y sus raíces lo rompieron, dejando al descubierto la tumba que nunca
debía abrirse. La nueva vida se abrió camino desde el lecho de muerte con una
semillita.
Todos los días tenemos
infinidad de oportunidades para aprovechar un nuevo comienzo. Generalmente, los
nuevos comienzos se inician cuando alguna otra cosa termina. Cuando dejamos que el pecado muera en nuestro
corazón, encontramos nueva vida en Cristo. Tal vez no haya sido accidental
que el robusto roble, que es uno de los árboles más altos y fuertes del mundo,
se inicie a partir de una pequeña semillita.
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