31 oct 2014

Un Retrato Santa Teresa de Jesús por D. Ignacio Domínguez





Autor: D. Ignacio Domínguez

Fuente: Hoja Parroquial EL Valle Noviembre 2014

Una vez más, desde O Sol Xa Saíu felicitamos a D. Ignacio por la hoja parroquial que publica mes a mes. Hoy copiamos "Un Retrato" donde D. Ignacio entre versos describe a Santa Teresa de Jesús haciendo brillar con sonoridad a esta santa en el V Centenario de su nacimiento. 


29 oct 2014

Oraciones por los difuntos fallecidos en este año


Oración por un ser querido fallecido


Dios mío, te has llevado la persona


que más amaba en este mundo;
pero tú lo has querido así,
cúmplase en todo tu santa voluntad.

El gran consuelo que me queda es la esperanza
de que tú la hayas recibido en el seno de tu misericordia,
y que te dignarás algún día unirme con él (ella).

Si la entera satisfacción de sus pecados
lo(la) detienen aún en las penas
sin que haya ido todavía a reunirse contigo,
yo te ofrezco por él (ella) todas mis oraciones
y buenas obras, principalmente mi resignación ante esta pérdida;
haz, Señor, que esta resignación sea entera y digna de ti.
Amén
.



Oración por un niño fallecido

Dicen que, cuando un niño cierra los ojos en el mundo,
un nuevo ángel nace en el cielo.
Que cuando sus manos se cierran en la tierra,
dos alas se despliegan en la eternidad.
Dicen, que cuando un niño deja de palpitar,
un corazón limpio y puro late junto al de Dios.
Que cuando dos pies virginales dejan de caminar,
un gran sendero, con flores y plantas,
espera en lo más alto de la cumbre.
Dicen, que cuando un  niño deja de vivir
Dios lo recoge para que siga viviendo eternamente.

Porque, un niño, es promesa e ilusión;
es futuro y es siembra;
es mañana y es sonrisa;
es juego y travesura;
y, por ello mismo, porque es esperanza
un niño nunca deja de existir sino que vive.
Vive porque Dios, como creador,
no permite una obra inacabada.
No quiere que algo suyo quede injustamente en el olvido.
Desea, que este mundo nuestro,
Sea adornado por la belleza y la candidez;
la alegría y la espontaneidad… de un niño.

Por eso, un niño, cuando cierra los ojos prematuramente,
un nuevo ángel nace en el cielo.
Dos alas se despliegan en lo alto.
Un canto angelical se oye en el firmamento.
Un susurro celestial sostiene la tristeza del momento.
Hoy, un ángel, existe en vuestra familia,
en vuestro corazón,
en vuestra fe,
en vuestra esperanza
Su nombre es…............


Oración por una madre o padre fallecidos:

Aunque nos hagas morder el polvo,
no podrás enterrarnos.
Aunque nos obligues a dejar de sonreir,
no olvidaremos la alegría.
Aunque nos inclines hacia el suelo,
siempre miraremos hacia el cielo.

¡No podrás, nunca, muerte!
Arrebatarnos lo que en la vida
tanto hemos querido.
Lo que la fe nos dice
que es promesa y futuro.
Lo que, en un corazón y con alma propia,
latió y sintió en una misma familia.

¡No! ¡Claro que no!
¡Nunca podrás!
Destruir el amor de tantos años,
los sueños de aquel que ha sido padre,
la felicidad del que ha sido esposo,
la siembra del que, también, ha sabido ser amigo.

¡No podrás!¡Nunca muerte!
Poner final, donde existe un principio;
derrota,  donde espera una victoria;
llanto, donde aguarda una eterna fiesta;
muerte, donde añoramos una eterna VIDA.
¡No! ¡Nunca podrás!
Aunque ahora lo parezca
poner tu última palabra
pues, sabemos que Dios,
por ser Padre y tener buena memoria
pronunciará, uno por uno,
nuestro nombre con su potente voz:
XX
¡Presente, mí Señor!


Oración por el esposo o esposa fallecidos

Si muero antes que tú, hazme un favor:
Llora cuanto quieras, pero no te enojes con Dios por haberme llevado.
Si no quieres llorar, no llores.
Si no logras llorar, no te preocupes.
Si quieres reír, ríe.
Si algunos amigos te cuentan algo de mí,
óyelos y cree lo que digan.
Si me elogian demasiado,
corrige la exageración.
Si me critican demasiado,
defiéndeme.

Si quieren hacerme un santo,
sólo porque he muerto,
di que yo tenía algo de santo,
pero estaba lejos de ser el santo que pintan.
Si quieren hacerme un demonio,
muestra que yo tal vez tuve algo de demonio,
pero toda la vida procuré ser bueno y buen amigo,
buena persona y buen esposo.

Si intentan canonizarme
di que yo nunca quise ser incensado en vida.
Si hablan más de mí que de Cristo,
llámales la atención.
Si sientes tristeza y deseas rezar por mí,
puedes hacerlo, pues quizás necesite tu ORACIÓN.
Sé de tu confianza en Dios y, de las veces,
que en nuestro matrimonio la FE fue salvación.

Si quieres hablar conmigo,
habla con Jesús y yo lo escucharé.
Espero estar con Él lo suficiente
para continuar siendo útil para ti,
y para los nuestros, allá donde esté.

Y si quieres escribir algo sobre mí, di solo una frase:
¡Fue mi amigo, mi esposo, mi compañero,
creyó en mí y me quiso para Dios!

¡Era una flecha que vivía apuntando en dirección a Dios!
Ahí, entonces, derrama una lágrima.
Yo no estaré presente para enjugarla,
pero no hace falta, pues otros amigos
y nuestras hijos lo harán en mi lugar.

Y viéndome bien sustituido,
iré a atender a mi nueva tarea en el cielo.
Pero de vez en cuando, da una escapadita hacia Dios;
no me verás, pero yo estaré muy feliz viéndote a ti mirar hacia Él.
Y cuando llegue para ti la hora de ir a ver al Padre,
ahí donde nadie puede separarnos,
viviremos la amistad que aquí nos preparó para Él.

¿Crees en estas cosas?
Entonces, reza para que los dos vivamos
como quien sabe que va a morir un día
y que muramos como quien supo vivir bien.

La amistad sólo tiene sentido si hace el cielo más cercano
y si aquí inaugura su comienzo.
Pero, si yo muero antes que tú,
creo que no voy a extrañar el cielo...
Ser tu esposo, ya era Un Pedazo de Cielo.


Oración por un joven fallecido

Quédate, Señor, conmigo, porque necesito
verte presente para no olvidarte,
 pues ya sabes con cuánta frecuencia te abandono.

Quédate, Señor, conmigo, porque soy muy débil
y necesito de tu aliento y de tu fortaleza
para no caer tantas veces.

Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi vida
 y sin Ti, con frecuencia, decaigo en el fervor.


Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi Luz


y sin Ti estoy en tinieblas.
Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu Voz y la siga.

Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho
y vivir siempre en tu compañía.
.
Quédate, Señor, conmigo, si quieres que te sea fiel.
Quédate, Señor, conmigo, porque, aunque mi alma es muy pobre,
 deseo que sea para Ti


Quédate, Señor, conmigo, porque se hace tarde


y declinan las sombras, es decir, se pasa la vida,
se acerca la cuenta, la eternidad;
y es preciso que redoble mis días, mis esfuerzos,
que no me detenga en el camino.

 
Por eso te necesito. Se hace tarde y se viene la noche,
me amenazan las tinieblas, las oscuridades,
las tentaciones, las sequedades, las penas, las cruces,
todas las cargas, Señor, y Tú me eres necesario.
¡Cuánta necesidad tengo de Ti!


Quédate, Señor, conmigo porque,


en esta noche de la vida y de los peligros, deseo ver tu claridad; muéstrateme y haz que te conozca
como tus discípulos en el partir del pan;
es decir, que la unión Eucarística sea la luz que aclare mis tinieblas,

la fuerza que me sostenga.


Quédate, Señor, conmigo porque, cuando llegue la muerte,


quiero estar junto a Ti y, si no por medio de la Eucaristía,
al menos
quiero tener mi vida unida a Ti por tu gracia y tu amor.

 Quédate, Señor, conmigo, pues a Ti sólo te busco:
Tu Amor, tu Intimidad, tu Corazón, tu Espíritu y tu Gracia.
Te busco por Ti mismo porque te amo, y no te pido más recompensa
que amarte con solidez, prácticamente, amarte únicamente,
amarte cuanto puedo; amarte con todo mi corazón en la tierra

 para seguir amándote con perfección por toda la eternidad.



Rosario por los difuntos




Oración de San Agustín por todos los difuntos que amamos


Por los que amamos...


No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo...

Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos...

Si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen...

Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía...

Ese día volverás a verme... Sentirás que te sigo amando, que te amé y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz...

Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me Amas.
Texto de San Agustín

Nuestros Difuntos: Reflexión


En el mes de Noviembre se inicia conmemorando la fiesta de todos los Santos, los que ya gozan del Señor y durante todo el mes se vive el recuerdo de los que murieron en el Señor y se purifican en el purgatorio, antes de su entrada en la gloria. Bienaventurados los que mueren en el Señor, nos recuerda el Apocalipsis, también que hagamos memoria de que nada manchado puede entrar en el cielo.

Llamamos purgatorio, pues, a esa situación en la que es necesario purificarse antes de gozar definitivamente de Dios. El purgatorio -se ha dicho- es el noviciado de la visión de Dios, el lugar donde se pulen las piedras de Jerusalén celestial, el lazareto en que el pasajero contaminado se detiene antes de entrar al puerto para poder curarse y entrar en la patria.

Pero en el Purgatorio hay alegría. Y hay alegría, porque hay esperanza. Del lado que caiga el árbol, así quedará para siempre, dice un sabio refrán. Y en el purgatorio sólo están los salvados. En la puerta del infierno escribe Dante: "Dejad toda esperanza los que entráis". En la del purgatorio vio escrito Santa Francisca Romana: "Esta es la mansión de la esperanza". Es una esperanza con dolor: el fuego purificador. Pero es un dolor aminorado por la esperanza. El lingote de oro es arrojado al fuego para que se desprendan las escorias. Así hay que arrancar las escorias del alma, para que, como un vaso perfecto, pueda presentarse en la mesa del rey. La ausencia del amado es un cruel martirio, pues el anhelo de todo amante es la visión, la presencia y la posesión. Si las almas santas ya sufrieron esta ausencia en la tierra -"que muero porque no muero", clama Santa Teresa-, mucho mayor será el hambre y sed y fiebre de Dios que sientan las almas ya liberadas de las ataduras corporales.


Las almas del purgatorio ya no pueden perecer. Pero Dios nos ha concedido a nosotros el poder maravilloso de aliviar sus penas, de acelerar su entrada en el paraíso. Así se realiza por el dogma consolador de la comunión de los santos, por la relación e interdependencia de todos los fieles de Cristo, los que están en la tierra, en el cielo o en el purgatorio. Con nuestras buenas obras y oraciones -nuestros pequeños méritos-, podemos aplicar a los difuntos los méritos infinitos de Cristo.

En el Antiguo Testamento, en el segundo libro de los Macabeos, vemos a Judas enviando una colecta a Jerusalén para ofrecerla como expiación por los muertos en la batalla. Pues, dice el autor sagrado, es una idea piadosa y santa rezar por los difuntos para que sean liberados de sus pecados. Los paganos deshojaban rosas y tejían guirnaldas en honor de los difuntos. Nosotros debemos hacer más que eso. El ofrecer misas por nuestros difuntos es la mejor oración y ofrenda.

"Un cristiano, dice San Ambrosio,
tiene mejores presentes que las flores.
Cubrid de rosas, si queréis, los mausoleos,
pero envolvedlos, sobre todo,
en aromas de oraciones"



Fuente: Parroquia Diócesis de Tui-Vigo nº 567:
Parroquias de San Benito de Gondomar y de San Miguel de Peitieiros

Para Recordar a Nuestros Difuntos: Homilía, Oración, Reflexión...


HÁGAMOS, MEMORIA, Y DE LA BUENA
1. En  la festividad de Todos los Difuntos- el corazón se abre, como si de una agenda se tratara, para recordar y no olvidar, a todos aquellos que han conformado nuestras familias. Aquellos que dejaron una marca indeleble en nuestra historia personal y cristiana.

Su presencia fue motivo de gozo y de alegría para todos nosotros. Muchos de ellos, sobre todos los padres, nos enseñaron a caminar, a ser personas con verdad y a mirar al cielo agradeciendo a Dios  la vida y la misma fe.

En este dos de noviembre, echamos un vistazo a muchos rincones de nuestras casas y observamos que hay muchas presencias que nos siguen hablando de los que han partido. Vacíos que ya nadie podrá ocupar. Palabras que, al ser pronunciadas, nos llevan a respetar la memoria de aquellos que las pronunciaron con el único interés de ayudar y de animarnos a vivir.

En la fiesta de Todos los Fieles Difuntos, conmemoramos sobre todo, la fidelidad de nuestros seres queridos.

-         Fueron fieles a Dios. No se conformaron con ser bautizados. Escucharon sus Palabra. La meditaron y, con apuros o con contradicciones, la intentaron llevar a feliz término. A su propia vida. Luego, la debilidad y el maligno, al inmiscuirse, entorpecieron en algunos instantes, ese deseo de ser amigos de Dios hasta el final. Pero en eso estuvieron: ¡quisieron ser fieles!

-         Fueron entusiastas del Señor. Creyeron a pies juntillas que, su Resurrección, era la gran noticia después de la muerte. Y que, por lo tanto, merecía la pena vivir con la veleta apuntando hacia el cielo y con las manos trabajando santamente por las cosas y por las personas que el día ponía a su encuentro.

-         Fueron “fieles”. Con sus más y con sus menos. No se agarraron ni a la vanidad ni levantaron la pancarta de “¡somos los mejores!” Con ser fieles, en lo poco y a veces en lo mucho, pasaron por la tierra dejando detrás de sí, un camino por el que, sus familiares, hijos, amigos y conocidos, seguimos avanzando y recordándolos ante Dios.

-         Fueron creyentes. Y, sus convicciones, -al contrario de muchos de nosotros- las transmitían con total naturalidad y, sobre todo, con obligación moral. Para los suyos querían lo mejor. ¿Y qué era lo supremo para ellos? ¡Dios! ¡Siempre Dios! ¿Qué mejor regalo a descubrir en la eternidad que la felicidad y el encanto de ver, disfrutar y estar junto a Dios? En ello estuvieron: ¡quisieron ser fieles!
 
2. Por ello mismo, porque no los queremos en la antesala del cielo sino, un día, gozando cara a cara de la presencia de Dios, rezamos por ellos. En estas horas del dos de noviembre, parece que su silencio habla o que su ausencia nos indica algo: ¡nos volveremos a ver!

Es el acto de fe que, en este día de esperanza y de oración, hacemos en nombre de aquellos que, un buen día, lo hicieron por otros.

No escuchamos sus voces;
pero se mantiene su eco.

No vemos sus rostros;
pero en el corazón siguen viviendo.

No están sentados en nuestra mesa;
pero siempre hay un sitio para ellos.

No  comparten físicamente nuestras fiestas;
pero se unen espiritualmente a nosotros.

No disfrutan de lo que hoy saboreamos;
pero nos preparan una fiesta en el cielo.

No nos pueden alertar de mil  peligros;
pero ante Dios imploran su intervención.

 

¡Sí, amigos! El día de Todos los Difuntos, es ese mosaico integrado por todos los hombres y mujeres, de todos los tiempos, de toda la Iglesia, que han intentado ser FIELES al Señor.

Que nuestra oración complete lo que falta a lo que ellos, por diversas causas, no llegaron a conseguir.

Que nuestro recuerdo, nuestras flores y hasta nuestras lágrimas, sean expresión de un agradecimiento por tanto y bueno que nos legaron mientras tuvimos la oportunidad de tenerlos entre nosotros.

¿Qué les decimos y qué les damos a cambio?

Les digamos: ¡descansad en paz!

Y les ofrezcamos la riqueza de nuestra oración y nuestra certeza de la esperanza en la resurrección conquistada por Cristo.

Hoy, no puede ser de otra manera, nuestra memoria nos hace estrechar nuestros lazos con aquellos que nos ha precedido en el camino de la vida. Visitar el camposanto, regar con nuestra oración el lugar donde descansan y elevar nuestros ojos al cielo nos hará recordar aquello que dijo Jesús:

“todo aquel que me da el Padre
viene hacía mí.”
(Jn 6:37)

Que descansen en paz. Una paz que, tal vez el mundo, no les pudo dar en la medida que quisieron y merecieron.

 

HUBIERA QUERIDO

Hablar más menudo contigo,
pero siempre tenía excusas y obstáculos.

Permanecer a tu lado  cuando me necesitabas,
pero fui cántaro de casa ajena.

Escucharte cuando tenías mil quejas que darme,
pero te contesté que como tú
había muchos en el mundo.

Ayudarte cuando te vi débil o torpe en tu caminar,
pero yo iba demasiado deprisa para detenerme.

Abrazarte para que sintieras el calor del amor
pero andaba demasiado entretenido
con mis propios amores.

Enseñarte lo que nunca viste
pero comprendí que perdía mucho tiempo
para mi propio ego.

Calmarte cuando te encontrabas disgustado
pero, en más de una ocasión,
pensé que era todo cuento.

 

HUBIERA QUERIDO
Y AHORA ME ARREPIENTO

Tengo mil palabras y ya no sé como decírtelo.

Añoro tu presencia,
y tu ausencia interpela a mi conciencia.

Al regresar a casa,
veo el gran tesoro que he perdido.

Mis manos jóvenes,
ahora se brindan para lo que ya no es necesario.

Mi abrazo ha quedado huérfano,
sin respuesta, por no haberlo dado a tiempo.

¡Qué verdad es!:
Los grandes amores son aquellos
que conmigo convivieron.

 

HUBIERA QUERIDO…
¡TANTAS COSAS HUBIERA QUERIDO!

Déjame por lo menos;
padre, madre, hermano, amigo, vecino,
maestro, sacerdote,…….deciros que, agradecido os pido perdón
por lo que no pude o no supe hacer,
cuando estaba a tiempo.
Amén.

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