Simeón, como María y Zacarías expresa con el cántico su alegría, predice que el niño está puesto para salvación o ruina de los pueblos, ninguno es más amado y odiado que Jesús.
Después Simeón habla a María, prediciéndole que una espada la traspasará el alma; tendrá sólo dolor, tanto dolor por parte de Jesús porque él sacará a la luz los buenos y los malos. No nos equivoquemos; la santidad es fruto del combate, un combate entre el odio y el amor por Jesús. Junto a Simeón está la anciana Ana que puede abrazar a Jesús. De ella se dice que rezaba día y noche. ¿Y nosotros?
¡La llevas clara!
Un mes de otoño. Por motivos profesionales un hombre de una empresa de electricidad va a un santuario de la Virgen. Uno de los ordenanzas que atienden el santuario aprovecha para entablar una conversación con él, animándole a llevar una vida cristiana y confesarse; no consigue nada: se define no creyente y todo resulta inútil.
Cuando el ordenanza le despide dando por perdidas las posibilidades de conversión de aquel hombre ateo convencido, observa que al pasar por una hucha del santuario, éste echa una limosna; por sus adentros se dice el ordenanza: "la llevas clara, porque si has dado algo a la Virgen, Ella se las apañará para darte más a ti".
Me contaba el ordenanza que al cabo de un par de años, aquel hombre volvió al santuario para saludarle: no sabía cómo, pero su vida había cambiado completamente; había vuelto a la fe y se había comprometido con Dios a seguirle de cerca, y entre sus compañeros y familiares había hecho un gran apostolado.
Santa María, para ir yo a Dios, y llevarle a mis amigos y familiares, el camino más seguro y corto eres Tú: darte algo, aunque sea poco y casi diría que sin fe, significa que Tú haces el resto. Durante este mes trataré de ayudar a algunos amigos míos (puedes decirle, ahora, quiénes en concreto) a que hagan algo por Ti. Quizá, haciendo una romería, o dándoles una imagen de la Virgen, o rezando juntos una oración.
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído.
Después termina con la oración final.
Texto escrito por José Pedro Manglano Castellary (Sacerdote)
No siempre, el nadar en la abundancia, es sinónimo de felicidad. La flor “azalea” refleja la virtud de la templanza. Eso es precisamente lo que queremos alcanzar a los pies de Santa María Virgen:
-Saber discernir entre la calidad y la cantidad.
-Anteponer la belleza interior ante la seducción de lo puramente externo, con aparatosidad y sin sentido.
-Ser moderados a la hora de acaparar y de poseer.
Elevar esta flor, ante los ojos de María, implica valorar los riesgos del abuso de las cosas o el equilibrio que da el buen uso de ellas.
Es, por encima de todo, conformarnos como lo hizo María con las pequeñas satisfacciones de cada jornada que, más allá de su sencillez, nos hacen sentirnos vivos y puestos al servicio de una causa: ser felices y hacer felices a los demás.
“No sólo es ciega la fortuna,
sino que frecuentemente
vuelve ciegos a los que abraza”
(M.T.Ciceron)
J.Leoz
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