Dios ama a todos las criaturas; pero leyendo la Escritura vemos que Dios tiene sus preferencias. Prefirió al pueblo judío no porque tuviera algo particular, grande, bello, al contrario, era un pueblo pequeño, sin arte ni parte, respecto a los otros pueblos.
Pensemos en David, en Samuel.
Así obra Jesús: ¿a quién escogerá como madre? La más humilde, una modesta muchacha de una oscura aldea. Como padre, a un humilde artesano, aunque descendiente de rey, según las profecías. ¿A quién elegirá como apóstoles? A doce analfabetos.
¡Mi vida no es mía!
Si nos ponemos en la piel de María, algo que sorprende es la rapidez con que dice que sí a lo que Dios le pide, la generosidad ante su vocación. ¿Sabes por qué actúa así? Porque es consciente de algo muy importante que muchos no sabemos, o si lo sabemos enseguida lo olvidamos: su vida no es suya. García Morente, filósofo no creyente, se convirtió al darse cuenta de esto. Él lo explica con estas palabras que, aunque no son fáciles, si las lees con atención verás qué interesante:
"Mi vida, los hechos de mi vida, se habían realizado sin mí, sin mi intervención (se refiere al trabajo que tenía, las amenazas que recibió, tuvo que emigrar dejando a su familia...). Yo los había presenciado pero en ningún momento provocado. Me pregunto, entonces: ¿Quién pues, o qué era la causa de esa vida, que siendo mía, no era mía? Lo curioso era que todos esos acontecimientos pertenecían a mi vida, pero no habían sido provocados por mí; es decir, no eran míos. Entonces, por un lado, mi vida me pertenece, pero, por otro lado, no me pertenece, no es mía, puesto que su contenido viene en cada caso producido y causado por algo ajeno a mi voluntad". Sólo encontraba una solución para entender la vida: algo o alguien distinto de mí hace mi vida y me la entrega.
Madre mía, enséñame esta lección: Mi vida es mía y no es mía. Alguien distinto de mí hace mi vida y me la entrega. Yo, con libertad la vivo como quiero, pero hay Otro que me la entrega con un para qué, con un fin, con una misión. Por eso mi vida es mía y es de Dios: somos copropietarios. Mi vida es para Dios, y por Él, para los demás, porque libremente quiero hacer el bien.
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído.
Después termina con la oración final.
Texto escrito por José Pedro Manglano Castellary (Sacerdote)
Venimos un día más, Santa María, para darte cuenta de las pequeñas conquistas de esta jornada.
Lo simbolizamos con esta “flor capuchina” que hoy florece a tus pies.
Quisiéramos, Virgen y Madre, ser como esta planta: nunca se cansa de florecer y en abundancia.
Quisiéramos, Virgen y Madre, ser como esta planta: nunca se cansa de florecer y en abundancia.
Ayúdanos a no cansarnos de dar lo mejor de nosotros mismos. A convertir en un auténtico vergel de vida los lugares y las situaciones donde nos toca vivir y actuar.
Te pedimos que, nuestra existencia cristiana, se alimente de la misma fortaleza que caracteriza a esta flor: a pesar del pleno sol nunca muere.
Que no puedan más los inconvenientes, que salen a nuestro paso, que la vida del Espíritu que llevamos dentro.
Que no puedan más los inconvenientes, que salen a nuestro paso, que la vida del Espíritu que llevamos dentro.
Pidamos por María: NO CANSARNOS NUNCA DE HACER EL BIEN
“El amor y el bien
es una red
con la que se pueden
capturar muchas almas”
(M. Teresa de Calcuta)
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