¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Para gozar contigo, en la presencia de Dios
cantando y proclamando
con los ángeles y mil coros celestiales,
que eres Santo y Dios,
Dios y Santo,
eternamente santo por los siglos de los siglos.
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Y, después de entrar Tú en el reino de los cielos,
comprender esperando
que, un día también nosotros,
tendremos un lugar en algún rincón eterno.
Y, al contemplar la grandeza de Dios,
festejar, en la gloria de ese inmenso cielo,
que ha merecido la pena ser de los tuyos,
permanecer firmes en tus caminos.
guardar tu nombre y tu memoria,
meditar tu Palabra y tu mensaje,
soñar con ese mundo tan diferente al nuestro.
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Que no la cierre el viento del camino fácil.
Que no la empuje nuestra falta de fe.
Que no la obstruya nuestro afán de tener aquí.
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Para vivir y morar contigo.
Para vivir y morar contigo.
Para amar y vivir junto a Dios.
Para sentir el soplo eterno del Espíritu.
Para gozar en el regazo de María Virgen.
¡NO NOS CIERRES LA PUERTA DEL CIELO, SEÑOR!
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