24 may 2013

En Mayo con María - Reflexión y Flor Día 25



Perder a Jesús, ¡qué desgracia! Pero hay una cosa más triste: no sentir el inmenso vacío que deja en nuestra alma no sentir la necesidad de buscarlo. 

Es necesario comportarse como María y José. Es lo único que hay que hacer: buscarlo con las lágrimas en los ojos; encontrarlo con una buena confesión. 

¿Dónde está Jesús? Se lamentaba Santa Catalina de Siena durante una terrible tentación. "Estaba en tu corazón y gozaba de verte luchar".


El milagro de Calanda

Finales de julio de 1637. Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda (Teruel) tuvo un accidente durante su trabajo. Cayó al suelo y le pasó por encima de la pierna derecha una de las ruedas del Carro de su tío rompiéndosela más o menos a la altura del tobillo. Le llevaron al hospital de Valencia y, al ver que cada vez empeoraba más, lo trasladaron a Zaragoza donde llegó a primeros de octubre, con mucha fiebre y la pierna totalmente gangrenada. Antes de ingresar en el hospital fue a la iglesia del Pilar, donde se confesó y comulgó.

Ya en el hospital, viendo los médicos que la pierna no tenía curación decidieron cortarla cuatro dedos por debajo de la rodilla. Se la serraron sin más anestesia que una bebida bien cargada de alcohol mientras él se encomendaba a la Virgen del Pilar. Después de la operación, dos médicos enterraron la pierna en el cementerio del hospital.

Cuando se repuso de la operación, pasó dos años y medio pidiendo limosna en la puerta del Pilar y durmiendo en una posada o en los bancos del hospital. Regresó a Calanda. Una noche soñó que se untaba el muñón con el aceite de la lámpara de la iglesia del Pilar. Al entrar sus padres en la habitación notaron una extraña fragancia; la madre se aproximó con el candil a su hijo y vio que le salían de entre las sábanas no una sino las dos piernas. Era su misma pierna amputada: con antiguas cicatrices de niño y la lesión cerca de tobillo que le hizo el carro cuando le pasó por encima. Además se comprobó que la pierna enterrada en el cementerio del hospital no estaba. Todo el pueblo fue testigo del milagro y el párroco celebró una misa en acción de gracias.

¡Qué grande eres, Madre mía! No necesito ver milagros, porque ya has hecho miles. Pero sí necesito que aumentes mi fe cada día, hasta tenerla tan grande como la tuya. ¡Creo, Madre, pero haz que crea más y más!

Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina con la oración final.


Texto escrito por José Pedro Manglano Castellary (Sacerdote)



La preocupación y el trabajo por esa gran institución en la que todos hemos nacido, la familia, la queremos representar en la flor “alhelí”. 

Grupos de flores agrupados en varias espigas nos cantan los carismas y la diversidad, la riqueza y la pluralidad de padres e hijos, nietos y abuelos que conforman una FAMILIA.

María, al recibir este obsequio, nos cuenta cómo Ella también cruzó por momentos de dificultades en el hogar pero que nunca se dejó amedrentar ni confundir a la hora de defender y llevar adelante su misión de madre y esposa.

Presentamos en este día el “alhelí” en nombre de tantas personas que viven con generosidad, alegría, amor, paciencia y empeño ese arte  de amar y de enseñar en cristiano y en familia. Que Pentecostés haga posible el que recuperemos el DON DE LA SABIDURIA para perfeccionar y guardar nuestras familias.



“La familia es el paraíso anticipado” 

(John Browring)
 
J.Leoz

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