San Ignacio, fundador
de los jesuitas, decía: “Me gusta ver reír a la gente. Un cristiano no tiene
ningún motivo para estar triste y tiene muchos para estar alegre”.
Es conocido
el proverbio: “Un santo triste es un triste santo”; esto significa que no tiene
nada de santo, sino que da lástima. El buen humor es un aspecto social de la
alegría y se manifiesta en la conversación cotidiana.
Evalúa el nivel de tu
alegría y, si lo encuentras algún tanto más bajo de lo conveniente, esboza una
sonrisa frente al espejo y mántenla por un minuto, mientras te repites “así
quiero estar hoy, y así estaré con tu ayuda, Señor”. Esto es tan efectivo como
tomar una aspirina para sacarse el dolor de cabeza. La alegría es una opción. Se
cuenta que, cuando Don Bosco estaba más alegre y contento que de costumbre, sus
amigos íntimos pensaban: “Pobre Don Bosco, hoy debe tener algún gravísimo
problema que resolver”. El santo de la alegría había comprendido la necesidad de
gobernar las propias emociones y no dejarse esclavizar por ellas. Intenta pasar
una jornada de serena alegría.
Defiende, pues, y
cultiva la alegría. La risa y el buen humor te liberarán de aquella lúgubre
seriedad que vuelve los problemas pesados como el plomo, te liberarán además de
la triste inquietud cotidiana. La risa y el buen humor crean espacios nuevos
para alegrías desconocidas. Es un precepto de Dios estar alegres: “Estén siempre
alegres” (1 Tes. 5,16).
Padre Natalio
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si quieres comentar no tengas inconveniente. Solo te ruego que seas educado y no uses nunca palabras soeces ni injuriosas. En caso contrario tendría que anularlo a continuación. Muy agradecido.