No lograrás gran cosa para el Señor
si te esfuerzas por hacerlo todo
apoyado en la fuerza carnal y en ti mismo,
en lugar de detenerte y pensar:
"Veamos, Dios, ¿qué quieres Tú que haga?"
Uno de los mayores problemas que tenemos
casi todos, es sacar conclusiones precipitadas
y tomar decisiones repentinas e irreflexivas,
sin aguardar al Señor.
¡Así que no te precipites a actuar
con tus propias fuerzas,
impacientemente y olvidándote de orar!
¡Busca al Señor!
No saques conclusiones rápidas, pensando:
"Pues claro, es evidente que tenemos que hacer esto".
Pregúntale al Señor y asegúrate primero.
¡Y recuerda que Dios casi nunca está apresurado!
Sus mayores obras toman tiempo.
Dios demora en hacer crecer una flor,
y hasta para pintar un atardecer.
Así que cuando no estés convencido de algo,
y no hayas comprobado que sea voluntad de Dios,
lo mejor que puedes hacer es aguardar
a que el Señor te lo revele de alguna manera.
"Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.” (Sal 27, 14)
“Pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas, despliegan alas
como las águilas; corren y no se agotan,
avanzan y no se fatigan.” (Is 40, 31)
"Nosotros en cambio, los que hemos creído,
vamos hacia aquel Reposo." (Heb 4, 3)
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