Un
profeta llegó a una plaza y se puso a anunciar: —Venid y llevaos semillas especiales para vuestro
jardín.
La gente le preguntó: —Y, ¿por qué son especiales?
Respondió: —Porque se siembran solamente una cada día. Por la mañana se riega el sitio donde la semilla fue sembrada. Por la tarde se siembra una nueva semilla, y luego se inclina la cabeza y se da gracias a Dios.
—Y, ¿qué frutos dan? –dijo un curioso–.
—¡Sólo Dios lo sabe! –replicó el profeta–.
La gente comenzó a burlarse y no hizo caso de la invitación del profeta. Sólo unos pocos cogieron algunas semillas, y de éstos muchos se desilusionaron al ver que no tenían nada en especial, eran como las demás semillas.
Pero
Prakash y su esposa Rohini hicieron conforme había indicado el profeta. El
primer día por la mañana prepararon el terreno de su jardín, por la tarde
sembraron una semilla y dieron gracias a Dios por su presencia amorosa. Así lo
hicieron día tras día, y en el jardín poco a poco fue apareciendo la vida:
brotes verdes, árboles, flores, frutos de notable y exótica variedad… ¡Un
encanto de ver y gustar!… Sus vecinos les preguntaban de dónde habían sacado
las semillas de semejantes árboles… Ellos respondían que un profeta se las
había entregado.
Esta parábola ilustra brevemente el método y el beneficio que la
oración tiene para la vida del creyente.
Del libro «En casa con Dios».
De Hedwig Lewis, SJ.
http://tacoadictos.wordpress.com/2010/12/10/el-jardin-de-prakash-y-rohini/
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