AUNQUE LAS OLAS SUBAN AL CIELO
A la Virgen del Carmen
J.Leoz
Como el navegante, en el horizonte del mar, queremos ver un puerto seguro.
Como la brújula, quisiéramos saber e indicar la verdadera ruta.
Mas, Tú bien sabes, Virgen del Carmen que el futuro, cada día que discurre, es más incierto que, el hombre camina sin saber muy bien hacia donde y que, las sombras, se imponen con frecuencia sobre la luz.
Por ello, como hijos de la fe e hijos de Dios, venimos a tu presencia mendigando lo que el mundo no nos da y aquello que, los avatares de la historia, nos arrebata: la felicidad.
¡Tenemos tanto; que no tenemos nada!
¡Poseemos tanto; que no poseemos nada!
¿Por qué será que, teniéndolo todo, nos sentimos tan pobres?
Tú, Virgen del Carmen, surcas los mares rompiendo los vientos.
Tú, Virgen del Carmen, cruzas los océanos, abriéndote paso entre las olas. Tú, Virgen del Carmen, te deslizas sobre las aguas, haciendo frente y emergiendo a las dificultades.
¡Míranos con amor! ¡No nos abandones!
Hoy, más que nunca, sentimos que el mar de una turbulenta vida se agrieta incomprensiblemente debajo de nuestros pies que, las olas de la incredulidad y del laicismo, se agigantan de forma inesperada que, la barca de la Iglesia, es zarandeada sin contemplación
por manos oscuras y peligrosas.
¡Sal en nuestra ayuda, Virgen del Carmen!
Somos marineros, que con los remos de la fe y de la esperanza, caminamos hacia el ancladero del cielo. Infunde, en nuestras manos, la fuerza necesaria para hacernos paso en medio del vendaval.
Da claridad a nuestros ojos, para que no confundamos la tierra firme con una arrecife lleno de tesoros caducos.
Despliega, junto a nuestro esfuerzo, las velas de la justicia y de la caridad, para que forjemos nuestro entorno en un lugar más habitable y hermanado.
Tutela el timón de nuestra existencia, para que Dios, sea siempre la mano segura que nos conduzca victoriosos en aquello que sea bueno para nuestro vivir.
Y, cuando aparentemente todo parezca un naufragio, haz que nos aferremos al mástil de la fe; al ancla de la esperanza; al timón del amor de Dios que, nunca deja solos a los que en Él confían. Amén.
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