En Ella se realizan
las promesas de nuestra salvación;
en Ella se refleja la belleza primera
con la que Dios concibió a la humanidad.
En Ella se restablece el coloquio de los
Ángeles con el hombre inocente;
en Ella reaparece la integridad virginal
que el mundo admira y que no tiene.
En Ella se cumple el misterio soberano
de la Encarnación que glorifica a Dios
y trae la paz a la tierra.
En Ella, el silencio profundo del alma perfecta y
abierta hacia el infinito, se transforma en amor,
en palabra, en vida, se hace Cristo.
En Ella, toda piedad, gentileza,
soberanía y poesía es viva;
en Ella el dolor se hace tan acerbo que
ningún otro corazón de madre puede igualarlo.
En Ella, tanto la fe como la esperanza, la fortaleza y la bondad, la humildad y la gracia con esa estela de realismo y misterio tienen expresiones sobrehumanas.
En Ella cual cirio encendido,
se irradia a Cristo y su Espíritu.
SS. Juan Pablo II
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