La iglesia celebra los 21 de agosto, el Día del Catequista, en conmemoración
del Papa Pío X quien tuvo actuación decisiva a favor de la catequesis e hizo
posible entre otras cosas que los niños se acerquen a los sacramentos a edad
temprana.
Tomando palabras de Monseñor José Luis Mollaghan, podemos
decir que:
Ser catequista es creer fuertemente y tener una profunda
vida de fe; responder y seguir a Jesucristo para ser su testigo, en una
comunidad de fe, esperanza y caridad.
Ser catequista es vivir la comunión por medio de la
gracia, enriquecida por la Palabra de Dios y la Eucaristía, que nos alimenta
con su Cuerpo y su Sangre.
Ser catequista es desear crecer en el conocimiento cada
vez más profundo de la Palabra de Dios, que ilumina la enseñanza de la Iglesia,
para trasmitirla a todos.
Ser catequista es vivir como un discípulo y discípula del
Señor, y participar del envío que nos hace el Obispo; vivir el llamado
misionero, para vivir lo que enseñamos
y enseñar lo que vivimos.
Para ello, es necesario tomar el ejemplo de San Juan Bautista, que "testimonia un
estilo de vida desprendido y pobre; demuestra gran valentía al proclamar a
todos la voluntad de Dios, hasta sus últimas consecuencias. No ceder a la
tentación fácil de desempeñar un papel destacado, sino que, con humildad, se
abaja a sí mismo para enaltecer a Jesús” (Juan Pablo II, Jubileo de los
catequistas, 2000).
Como San Pío X, que impulsó la enseñanza del Catecismo
para fortalecer la fe y el conocimiento de Cristo; cada catequista debe conocer
en profundidad el Catecismo de la
Iglesia y trasmitirlo con la ayuda de un nuevo ardor, y de una metodología
renovada; pidiéndole que nos anime y sostenga en la misión.
Se comprende que lo más importante es transmitir con amor
el mensaje de Jesús y compartir con los demás la experiencia del encuentro con
Cristo.
Así, el catequista se convierte, definitivamente, en una
persona que cree y sigue a Jesucristo, viviendo la alegría de ser su testigo.
El Día del Catequista, nos invita a agradecer a Dios nuestra vocación y misión en
la Iglesia, junto a nuestros párrocos y sacerdotes; junto a quienes reciben la
catequesis en nuestras parroquias y comunidades, especialmente junto a los
niños y jóvenes; y también nos colma el corazón de una profunda alegría, y nos
impulsa a crecer en nuestro servicio.
“Como me envió el Padre,
así os envío Yo”
(Juan 20, 21)
“La mies es mucha, pero los obreros pocos.
Rogad, pues, al Dueño de la mies,
que envíe obreros a su mies”
(Lucas 10, 2)
“No me elegisteis a Mí, sino Yo a vosotros,
y os designé para que vayáis y deis fruto,
y vuestro fruto permanezca”
(Juan 15, 16)
Cada uno de nosotros tenemos una vocación específica, un
llamado, para el cual y por el cual hemos sido creados; sin este llamado por
detrás de todas las cosas nuestra vida no tendría sentido, y es que el Padre
Dios nos pensó con tanto amor que no podía dejarnos a la deriva, pero eso sí,
la última palabra la tenemos nosotros.
La vida del cristiano es un elegir a cada instante, es un
optar por esto o por aquello, pero llega un momento en que la opción se vuelve
más seria y debemos elegir ya no una forma de estar, sino una forma de ser.
Llamados a ser catequistas, no a hacer de catequistas.
Cuando empezamos la catequesis, dimos un SÍ profundo y seguro a Dios, un SÍ que
no se termina en ese momento, sino que se prolonga como una opción de vida,
como una forma de ser. El decir SÍ a ser catequistas es decir SÍ a ser maestros
de la fe, esa fe que la aprendimos de nuestros mayores, que la aceptamos con
amor y que ahora la transmitimos con entusiasmo y con la esperanza de que
ocurra en los demás lo mismo que ocurrió en nosotros.
La vocación del catequista no es temporal, es desde
siempre y para siempre; aunque el día de mañana no tengamos un grupo a nuestro
cargo, seguiremos siendo catequistas, de nuestras familias, vecinos, amigos y
de todos aquellos que aquí o allá necesiten de nosotros una palabra de aliento,
de apoyo... una palabra de Dios.
Hoy por hoy, ya sea con los padres o con los chicos,
nuestra función es transmitir, enseñar la Palabra de Dios. Esto requiere de
nosotros una dedicación de tiempo completo, pero sin dejar de lado nuestras
familias, nuestro trabajo, nuestros estudios, sino que también en ese ambiente
debemos ser catequistas, por eso no estamos llamados a hacer de catequistas
sino a serlo.
La opción de vida que hemos tomado nos compromete hasta
tal punto que toda nuestra vida debe verse afectada por nuestro SER
CATEQUISTA.
Los NO del
catequista
El catequista no es aquel:
- Que se cree el súper cristiano que se las sabe todas.
- Que por sus muchos méritos ha llegado hasta donde está.
- Que no es coherente entre lo que vive y lo que enseña.
- Que se hace “compinche” de su grupo.
- Que “dicta clases” de catequesis deshumanizando al
grupo.
- Que no quiere a su comunidad y se ocupa solo de la
catequesis.
- Que no prepara los encuentros porque no le interesan.
Los SÍ del
catequista
El catequista es aquel:
- Que ha recibido de Dios el llamado a comunicar a otros
la misma fe que ha recibido.
- Que con generosidad y desinteresadamente se entrega al
servicio de los demás.
- Que humildemente reconoce su debilidad y su ignorancia
pero confía en la obra del espíritu.
- Que vive cada segundo con ansias de conocer más a Dios
y así compartirlo con los hermanos.
- Que enseña lo que cree, y practica lo que enseña.
- Que se hace uno con su grupo y comparte de igual a
igual.
- Que quiere al grupo que el Señor le encomendó y se gana
la amistad de todos.
Cuando dijimos SÍ a ser catequistas, firmamos con Dios un 'contrato de vida', en el cual había muchas letras pequeñas que seguramente no
leímos (este artículo es una copia del contrato que firmamos con las letras
pequeñas agrandadas para que veamos bien).
Pide al Señor irradiar su luz a todo el mundo
Tú fuiste creado por la luz bendita de Dios, fuiste
tejido desde el seno materno con la luz amorosa de sus manos.
Por eso, hoy y cada día, abre las ventanas de tu alma y
llénate de la luz que viene de lo alto. Ella expulsará de ti cualquier rastro
de sombra que hubiese podido arrastrarse hasta tu corazón.
Luego, al salir de tu casa, hazte el propósito de cuidar
esa luz, sin que nada ni nadie la extinga. Por el contrario, hazte el propósito
de encender con la luz del Señor, las mechas de aquellos corazones en quienes
percibas las sombras de la tristeza, el enojo y el desaliento.
Mateo
5, 14-16.
¡Feliz Día del Catequista!
http://peque-semillitas.blogspot.com.es/
Muy bueno el trabajo porque anima a ser catequista. Ojalá lo vea mucha gente, porque da luces y horizontes. Y como veo que en parte es de D. Felipe de Urca, también lo felicité, porque él me ayudó alguna vez a mi blog, y yo pude hacerlo con él muy poquito, porque me lleva una delantera de "muchos pueblos" y muchos años, como se dice en el lenguaje vulgar.
ResponderEliminarComencé el blog de Baiona, teniendo delante el de "peque-semillitas", que llego a mi correo por diversos lugares. Yo veo que fue la Providencia y desde esa tengo el enlace en nuestro blog.
Gracias al blog, tenemos amigos comunes en muchas partes.
Un día te voy a presentar a María del Valle, una viejecita argentina que es un primor en estas lides cibernéticas. Franja