Cuando fuimos niños,
aprendimos a caminar.
Pero no lo hicimos de un día para el otro
sino muy de a
poco, gradualmente.
A medida que nuestras
piernas
se iban fortaleciendo
nos comenzamos a poner de pie
y nos animamos a dar
los primeros pasos.
se iban fortaleciendo
nos comenzamos a poner de pie
y nos animamos a dar
los primeros pasos.
Muchas veces nos
caímos,
pero no nos desanimamos,
sino que nos levantamos nuevamente
y recomenzamos a caminar,
hasta que ya nos acostumbramos.
pero no nos desanimamos,
sino que nos levantamos nuevamente
y recomenzamos a caminar,
hasta que ya nos acostumbramos.
En la vida espiritual
es similar,
aprendemos a caminar
en el Espíritu, poco a poco;
y aunque en ocasiones suframos
tropezones y caídas,
no debemos desanimarnos.
aprendemos a caminar
en el Espíritu, poco a poco;
y aunque en ocasiones suframos
tropezones y caídas,
no debemos desanimarnos.
La diferencia reside en
que,
al caminar en la vida del Espíritu,
se aprende hasta el último suspiro
que demos en esta vida.
al caminar en la vida del Espíritu,
se aprende hasta el último suspiro
que demos en esta vida.
Tu palabra es una
lámpara
para mis pasos,
y una luz en mi camino.
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