Sí, Señor, así te vemos y así te sentimos.
Desde el día de tu llegada a nuestro mundo
alegraste la noche oscura del hombre.
Lo hiciste en silencio, sin ruido
pero, en Belén, fuiste luz en medio
de un impresionante firmamento estrellado.
Tú, Señor, eres la luz del mundo.
Entonces ¿qué somos nosotros, Señor?
Somos pequeñas luces, de tu inmensa luz
somos pequeños ríos, de tu inmenso mar.
Somos pequeños destellos, de tu inmenso sol.
Eres, Señor, luz de la humanidad.
Quien a Ti escucha, encuentra alivio.
Quien a Ti sigue, se siente protegido.
Quien a Ti bendice, queda engrandecido,
sobrecogido y enardecido por tu presencia, Señor.
Nunca, nuestra tierra,
cesará de darte gracias por tu Palabra.
Por poner esperanza a nuestro lado.
Por sembrar ilusiones en nuestros senderos.
Por levantarnos, con y por tu Palabra,
cuando nos sentimos decepcionados,
engañados o humillados,
por tanta palabra y bisutería que ofrece el mundo.
¡Gracias, Señor!
Sigues siendo luz de muchos pueblos.
Horizonte de muchas metas.
Vida de muchas vidas.
Orgullo de millones de hombres y mujeres
que, sintiendo la peligrosa noche,
saben que Tú sigues siendo… la LUZ.
Amén.
P. Javier Léoz
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