Durante el siglo XIII,
España
estaba bajo el dominio de los omeyas.
La ciudad de Atocha
fue invadida por los invasores musulmanes
y encarcelaron a los cristianos. Los cristianos fueron castigados seriamente y
tuvieron prohibiciones estrictas; a los prisioneros se les negó comida por
devotos por sus creencias. Finalmente, sólo los niños menores de 12 años de
edad se les permitía llevarles comida. Las mujeres de Atocha sabían que la
mayoría de la gente en las cárceles no podría sobrevivir en esas condiciones.
Ellos estaban orando ante la imagen de Nuestra Señora de Atocha, que abogaba por la Santísima Virgen María para pedirle a su
hijo Jesucristo
que les ayudase.
Hubo un rumor entre la gente
de Atocha, que un niño menor de doce años había comenzado a llevar comida a los
presos sin hijos. El niño estaba vestido con ropas de peregrino. Los guardias
le permitieron alimentar a los presos descubrieron sorprendidos que no se
agotaban los alimentos de la cesta ni el agua de la jarra del niño.
Cuando las mujeres de Atocha
escucharon sobre el niño milagroso, volvieron a Nuestra Señora de Atocha, y agradecieron a la Virgen por su intercesión.
Mirando a la imagen de la
Virgen, se dieron cuenta de que los zapatos que lleva el Niño
Jesús en manos de Nuestra Señora de Atocha estaban hechos de jirones y polvo.
Los zapatos fueron reemplazados, pero estaban sucios, una vez más. La gente de
Atocha vio esto como una señal de que el Niño Jesús salió todas las noches para
ayudar a los necesitados. Se dice que hace muchos milagros, especialmente a los
niños.
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