Una costumbre cristiana comienza este domingo, hasta el día de S. José, son los 7 domingos de San José; en los que se recuerdan los dolores y gozos en la vida de San José.
DOMINGOS DE SAN JOSÉ
LETANÍAS
GOZOS DEL GLORIOSO PATRIARCA Y ESPOSO DE MARÍA SAN JOSÉ
Pues sois santo sin igual y de Dios el más honrado: sed, José, nuestro abogado en esta vida mortal.
Antes que hubieseis nacido, ya fuisteis santificado, y ab eterno destinado para ser favorecido: nacisteis de esclarecido linaje y sangre real. Sed, José...
Vuestra vida fue tan pura que en todo sois sin segundo: después de María, el mundo no vio más santa criatura; y así fue vuestra ventura entre todos sin igual. Sed, José...
Vuestra santidad declara aquel caso soberano, cuando en vuestra santa mano floreció la seca vara; y porque nadie dudara, hizo el cielo esta señal. Sed, José...
A vista de este portento, todo el mundo os respetaba, y parabienes os daba con alegría y contento; publicando el casamiento con la Reina celestial. Sed, José…
Con júbilo recibisteis a María por esposa, Virgen pura, santa, hermosa, con la cual feliz vivisteis, y por ella conseguisteis dones y luz celestial. Sed, José..
Oficio de carpintero ejercitasteis en vida, para ganar la comida a Jesús, Dios verdadero, y a vuestra Esposa, lucero, compañera virginal. Sed, José...
Vos y Dios con tierno amor daba el uno al otro vida, Vos a El con la comida, y El a Vos con su sabor: Vos le disteis el sudor, y Él os dio vida inmortal. Sed, José...
Vos fuisteis la concha fina, en donde con entereza se conservo la pureza de aquella Perla divina, vuestra Esposa y Madre digna, la que nos sacó de mal. Sed, José…
Cuando la visteis en Cinta, fue grande vuestra tristeza; sin condenar su pureza, tratabais vuestra jornada; estorbóla la embajada de aquel Nuncio celestial. Sed, José…
No tengáis ¡oh José! espanto, el Paraninfo decía: lo que ha nacido en María, es del Espíritu Santo: vuestro consuelo fue tanto, cual pedía caso tal. Sed, José...
Vos sois el hombre primero que visteis a Dios nacido; en vuestros brazos dormido tuvisteis aquel Lucero, siendo vos el tesorero de aquel inmenso caudal. Sed, José...
Por treinta años nos guardasteis aquel Tesoro infinito en Judea, y en Egipto a donde lo retirasteis; entero nos conservasteis aquel rico mineral. Sed, José...
Cuidado, cuando perdido, os causó y gran sentimiento que se os volvió en contento del cielo restituido; de quien siempre obedecido sois con amor filial. Sed, José...
A vuestra muerte dichosa, estuvo siempre con Vos el mismo humanado Dios, con María vuestra Esposa: y para ser muy gloriosa, vino un coro angelical. Sed, José…
Con Cristo resucitasteis en cuerpo y alma glorioso, y a los cielos victorioso vuestro Rey acompañasteis, a su derecha os sentasteis haciendo coro especial. Sed, José…
Allá estáis como abogado de todos los pecadores, alcanzando mil favores al que os llama atribulado: ninguno desconsolado salió de este tribunal Sed, José…
Los avisos que leemos de Teresa nuestra madre, por abogado y por padre nos exhorta que os tomemos: el alma y cuerpo sabemos que libráis de todo mal Sed, José…
Pues sois santo sin igual y de Dios el más honrado, sed, José, nuestro abogado en esta vida mortal.
ORACIONES
PRIMER DOMINGO
El dolor: cuando estaba dispuesto a repudiar a su inmaculada esposa.
La alegría: cuando el Arcángel le reveló el sublime misterio de la encarnación.
Oh castísimo esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de vuestro corazón en la perplejidad en que estabais sin saber si debíais abandonar o no a vuestra esposa sin mancilla! Pero ¡cuál no fue también vuestra alegría cuando el ángel os reveló el gran misterio de la Encarnación! Por este dolor y este gozo os pedimos consoléis nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte semejante a la vuestra, asistidos de Jesús y de María. Padrenuestro, Ave y Gloria.
SEGUNDO DOMINGO
El dolor: al ver nacer el niño Jesús en la pobreza.
La alegría: al escuchar la armonía del coro de los ángeles y observar la gloria de esa noche.
Oh bienaventurado patriarca, glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre: el dolor que sentisteis viendo nacer al niño Jesús en tan gran pobreza se cambió de pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella noche tan resplandeciente. Por este dolor y gozo alcanzadnos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los ángeles y a gozar de los resplandores de la gloria celestial. Padrenuestro, Ave y Gloria.
TERCER DOMINGO
El dolor: cuando la sangre del niño Salvador fue derramada en su circuncisión.
La alegría: dada con el nombre de Jesús.
Oh ejecutor obedientísimo de las leyes divinas, glorioso San José: la sangre preciosísima que el Redentor Niño derramó en su circuncisión os traspasó el corazón; pero el nombre de Jesús que entonces se le impuso, os confortó y llenó de alegría. Por este dolor y este gozo alcanzadnos el vivir alejados de todo pecado, a fin de expirar gozosos, con el santísimo nombre de Jesús en el corazón y en los labios. Padrenuestro, Ave y Gloria.
CUARTO DOMINGO
El dolor: la profecía de Simeón, al predecir los sufrimientos de Jesús y María.
La alegría: la predicción de la salvación y gloriosa resurrección de innumerables almas.
Oh Santo fidelísimo, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José; aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María os causó dolor mortal, sin embargo os llenó también de alegría, anunciándoos al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas. Por este dolor y por este gozo conseguidnos ser del número de los que, por los méritos de Jesús y la intercesión de la bienaventurada Virgen María, han de resucitar gloriosamente. Padrenuestro, Ave y Gloria.
QUINTO DOMINGO
El dolor: en su afán de educar y servir al Hijo del Altísimo, especialmente en el viaje a Egipto.
La alegría: al tener siempre con él a Dios mismo, y viendo la caída de los ídolos de Egipto.
Oh custodio vigilante, familiar íntimo del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufristeis teniendo que alimentar y servir al Hijo del Altísimo, particularmente en vuestra huida a Egipto!, pero cuán grande fue también vuestra alegría teniendo siempre con Vos al mismo Dios y viendo derribados los ídolos de Egipto. Por este dolor y este gozo, alcanzadnos alejar para siempre de nosotros al tirano infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para que, ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor. Padrenuestro, Ave y Gloria.
SEXTO DOMINGO
El dolor: a regresar a su Nazaret por el miedo a Arquelao.
La alegría: al regresar con Jesús de Egipto a Nazaret y la confianza establecida por el Ángel.
Oh ángel de la tierra, glorioso San José, que pudisteis . admirar al Rey de los cielos, sometido a vuestros más mínimos mandatos; aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado luego por el ángel, vivisteis dichoso en Nazaret con Jesús y María. Por este dolor y este gozo, alcanzadnos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor nocivo, poseer la paz de conciencia, vivir seguros con Jesús y María y morir también asistidos por ellos. Padrenuestro, Ave y Gloria.
SÉPTIMO DOMINGO
El dolor: cuando sin culpa pierde a Jesús, y lo busca con angustia por tres días.
La alegría: al encontrarlo en medio de los doctores en el Templo.
Oh modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa vuestra al Niño Jesús, le buscasteis durante tres días con profundo dolor, hasta que, lleno de gozo, le hallasteis en el templo, en medio de los doctores. Por este dolor y este gozo, os suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedáis en nuestro favor para que jamás nos suceda perder a Jesús por algún pecado grave. Mas, si por desgracia le perdiéramos, haced que le busquemos con tal dolor que no hallemos sosiego hasta encontrarle benigno sobre todo en nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y cantar eternamente con Vos sus divinas misericordias. Padrenuestro, Ave y Gloria.
¡Muchas gracias, Consuelo! Para ti:
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