4 ene 2013

¿Cuál es el regalo más codiciado y guardado por los Reyes Magos?


En esta noche, los sueños y las aspiraciones de miles de niños habrán sido cumplidos por la presencia de unos Magos que, dejando año tras año palacios y comodidades, se cuelan por balcones y ventanas para traer sus presentes.
Pero ¿qué obsequio es el más caro, el más codiciado y guardado por los Reyes Magos? ¿Qué regalo, con disgusto de estos regios personajes, queda con frecuencia y en abundancia en los almacenes de sus reinos?
¿Queréis saberlo? ¡El regalo de la fe! ¡El regalo de la esperanza! ¡El regalo del amor a Dios! ¡Cuántos regalos que nadie y muy pocos piden o pedimos!

            El resplandor de los Magos fue la estrella; el premio fue contemplar cara a cara al Señor; el detalle, ofrecerle sus sagrados dones en incienso, oro y mirra… y el compromiso como heraldos de lo que vieron y oyeron, fue –una vez en sus respectivos reinos- dirigir el afecto y el vasallaje de sus paisanos al REY DE REYES.

            Que nosotros, como los Reyes, nos movamos por aquello que merezca la pena. Que solicitemos de su magnanimidad obsequios que nos hagan ricos por dentro y no juguetees en manos de muchos por fuera. Uno de ellos, y permitidme que os lo diga con total franqueza, es el de manifestar públicamente, sin miedo ni vergüenza lo que sentimos por Cristo. Lo que apreciamos a Jesús. Lo que queremos a nuestra Iglesia.


Ellos ofrecieron sus cofres a rebosar de oro, incienso y mirra. Todos tenemos un gran cofre en el interior de cada uno. ¡Volquémoslo sobre Belén! Un corazón que se ha dado de frente con la Navidad, como ocurrió con los Reyes, se da, se ofrece, se entrega, se vacía, se postra.

Hermanos; niños, jóvenes, padres y mayores… ¡me gustan estos Reyes en movimiento! Fueron soñadores, idealistas, aventureros, emprendedores. No repararon en lo que dejaban atrás. Ante Herodes se mostraron valientes y decididos y… cuando se percataron de la estrella… no dudaron en creer que era cosa de Dios y, como niños, corrieron –no sé si en camello o dromedario- al encuentro del que era un Niño-Dios.


Bienvenidos sean estos regios personajes que, después de emprender su aventura y de regresar a sus respectivos dominios, nos hacen caer en la cuenta que, después de las navidades, hemos de retornar a nuestras vidas por caminos opuestos a la apatía, la vergüenza, la falta de fe, el pesimismo, el poderío, el orgullo o el cansancio.

Organicemos entre todos, Iglesia, Papa, Obispos, sacerdotes, laicos, religiosos, niños y mayores, colegios y cristianos de todo el mundo una gran manifestación. ¡Dios ha hablado por Jesús! ¡Que nadie apague su voz! ¡Seamos, también nosotros, pancarta de lo que en estos días ha ocurrido en Belén! ¡Ha bajado el amor de Dios y… ha de marchar y multiplicarse con nosotros en nuestros pequeños o grandes reinos! Que en este Año Santo de la Fe, como los Magos, nos pongamos en camino, sigamos la estrella, descubramos lo que se encuentra debajo del pesebre y demos testimonio del Verbo Encarnado. ¿Os parece ese un buen regalo con motivo de este Año de la Fe?  Comencemos a desenvolverlo.

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