En un vientre inmaculado
su semilla Dios
sembró;
y una vez pasado el
tiempo,
la semilla germinó.
Cuando crecida ya
estaba
en árbol se
convirtió
y sus flores y sus
frutos
a nosotros nos
entregó.
Nosotros los
recibimos
como regalo de Dios.
En el alma los
guardamos
con respeto y
devoción.
Sin embargo su
sombra
a muchos les molestó
y decidieron talarlo
sin piedad ni
compasión.
Mas su profunda raíz
en la Tierra se quedó
y, al cabo de los
tres días,
de nuevo el árbol
brotó.
Berta Durán Martínez
http://tacoadictos.wordpress.com/
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