Ella nos consolará, nos confortará, nos acompañará en el camino toda la vida.
El
sacerdote y escritor español José Luis Martín Descalzo narra en una de
sus obras: «Recuerdo que hace ya muchos años, me encontraba
desayunando en la cafetería de un hotel de Roma. Se me acercó una chica
japonesa, y me preguntó si yo era sacerdote. Le respondí que sí, y
entonces me dijo a bocajarro:
-“¿Podría usted explicarme quién
es la Virgen María?”. Sus palabras me sorprendieron tanto que sólo supe
responder: -“¿Por qué me hace esa pregunta?”. Y aún recuerdo sus ojos
tan conmovidos cuando me explicó: -“Es que ayer oí rezar por primera vez
el Avemaría, y no sé por qué me he pasado toda la noche llorando”. Y
entonces tuve que explicarle que también yo necesitaría pasarme muchas
noches llorando para poder responder a esa pregunta....».
Y para
ti, querido amigo, ¿quién es la Virgen María?...
1) María es la Madre de Dios.
¡Tantas
veces lo hemos escuchado y lo rezamos cada día que tal vez ya nos
hemos acostumbrado! Debido a nuestra educación y al ambiente en el que
vivimos, tal vez ya no nos impresiona ni nos dice nada -como sucede,
tristemente, con tantas otras verdades y misterios de nuestra fe-. A
fuerza de repetir las cosas, nos hemos arrutinado e insensibilizado.
Pero
no era así para los cristianos de los primeros siglos de la Iglesia.
Les parecía algo increíble, inaudito y -si me permiten la expresión-
algo apoteósico. ¿Cómo era posible que una criatura humana pudiera ser
la madre del Dios infinito y omnipotente? Eso sólo cabía en los mitos
paganos y en los círculos heréticos de la religión politeísta. Y tanto
era así que insignes teólogos de entonces se opusieron rotundamente a
esta afirmación. Y cuando no aceptaron la doctrina de la Iglesia, se
convirtieron en “herejes”: Arrio, Nestorio y otros.
¡María
Santísima es realmente la Madre de Dios! Así lo había revelado Dios
mismo en la Sagrada Escritura y lo ratificaban los Santos Padres y los
Concilios de la Iglesia. Fue en Éfeso, el año 431, cuando se proclamó
solemnemente a María como la “Theotókos”, la que engendró a Dios. Y
después de once siglos exactos, el año 1531, María de Guadalupe se
aparecía en México al indio Juan Diego, diciéndole: “Juanito, el más
pequeño de mis hijos, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen
María, Madre del verdadero Dios por quien se vive”.
María ha
engendrado al Hijo de Dios y Dios ha nacido de las entrañas purísimas
de María porque Él así lo ha querido. El Verbo se hizo carne en María y
así pudo habitar entre nosotros, para redimirnos y realizar el plan de
salvación. Gracias a Ella, Dios ha podido hacer nuevas todas las cosas.
Como
afirma bellamente san Anselmo: “Dios, a su Hijo, el único engendrado
de su seno igual a sí, al que amaba como a sí mismo, lo dio a María; y
de María se hizo un hijo, no distinto, sino el mismo, de suerte que por
naturaleza fuese el mismo y único Hijo de Dios y de María.
Toda
la naturaleza ha sido creada por Dios, y Dios ha nacido de María. Dios
lo creó todo, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas,
se hizo a sí mismo de María; y así rehizo todo lo que había hecho. El
que pudo hacer todas las cosas de la nada, una vez profanadas, no quiso
rehacerlas sin María. Por eso, Dios es padre de las cosas creadas y
María es madre de las cosas recreadas. Dios es padre de la creación y
María es madre de la universal restauración”.
2) Y María, por ser la Madre de Dios, es también todopoderosa como Medianera.
San
Bernardo y los Santos Padres solían llamarla “Omnipotentia supplex”,
la Omnipotencia suplicante. Porque es la más poderosa de las reinas y
la más eficaz de las intercesoras. En Caná arrancó a su Hijo el primer
milagro “cuando aún no había llegado su hora”. Y puede hacer siempre lo
mismo, si acudimos a ella con fe, con confianza y amor filiales, pues
una madre no niega nada a un hijo.
Los siglos XV y XVI fueron
una gravísima amenaza para la cristiandad. Los turcos arrasaban Europa
con la pretensión de conquistarla para el Islam (hoy también se cierne
un peligro no muy diferente). Y entonces el Papa Pío V armó a la Iglesia
con el santo Rosario para la defensa de la civilización cristiana. El 7
de octubre de 1571 la flota cristiana presentó batalla a los turcos en
Lepanto. La victoria fue clamorosa. Por eso el sultán Solimán decía:
"Le tengo más miedo a las oraciones del Papa que a los ejércitos
europeos". ¡A las oraciones a María Santísima!
Fátima, Lourdes,
persecución de la Iglesia en el siglo XX y XXI... Las cosas no han
cambiado demasiado. Y María sigue siendo hoy y siempre el “Auxilio de
los cristianos”.
3) María es también mi Madre.
Entonces,
con María, ¡estamos seguros, somos poderosos! San Estanislao de Kotska
solía repetir, lleno de ternura y emoción: “¡La Madre de Dios es
también mi madre!”. Y en esta expresión encerraba toda su relación
íntima, personal y afectiva con María Santísima. Un amor mutuo que
enlazaba ambos corazones y en él se sentía acogido y protegido.
“Oye
y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta
y aflige. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy
yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sobra? ¿No estás por
ventura, en mi regazo?”... Ya sabemos de quién son estas palabras.
¡Todos necesitamos de una madre, necesitamos de María! Sobre todo en
los momentos difíciles de la vida, en la aflicción, en la soledad, en
la tribulación. Ella nos consolará, nos confortará, nos acompañará en
el camino de la vida hasta llegar al cielo, a la presencia adorable de
su bendito Hijo.
Acudamos a nuestra Madre Santísima, postrémonos ante Ella, acojámonos
en su regazo maternal y, con todo el afecto de nuestro corazón,
consagrémosle todo nuestro ser.
¡Ella es la más tierna de las
madres y la más poderosa de las reinas! Con ella todo lo podemos.
Pidámosle con todas las veras de nuestra alma lo que traigamos en lo
más íntimo de nuestro corazón y Ella nos lo concederá. Y ojalá que
nosotros también podamos decir, como decía el Papa Juan Pablo II:
“Totus tuus, Maria, ego sum!”,
“Todo tuyo, María, yo soy!”.
Autor: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Madre mía del alma que cara más sonriente tienes
ResponderEliminarcada ves que te miro mi corazón se engrandece.
Que tú regazo sea siempre amor fraternal,yo sé que Tú me miras con cariño,María Tú nombre es como el sol,llamando a los hombres,a alabar a Dios,nombre del Amor.