San
Bernardo, siglos atrás, nos dejó aquel sugerente consejo: ¡Mira a la estrella,
invoca a María!
Todos los
años, cuando el 16 de Julio llama a nuestra puerta, la piedad cristiana nos
empuja a seguir adentrándonos en el mar de Jesús, ayudados por esa singular
Estrella del Mar que es María.
Los
marineros, sobre todo en los momentos de tormentas o de dificultades, miran y
buscan en el cielo, para seguir adelante, la ruta de las estrellas. Los
cristianos, desde el inicio del cristianismo, hemos contemplado a María –como
estrella– en un deseo de seguir al sol que es Jesús. Un Jesús que, por cierto,
es muchísimo más que la estrella de María.
¿Cómo no
va a ser, Reina de los Mares, aquella que tan de cerca siguió los avatares, los
esfuerzos, la vida e ilusiones de aquellos primeros apóstoles que eran
pescadores?
LAS
AGUAS DE LA FE, el escapulario
La Virgen
del Carmen nos invita a profundizar en las aguas de la fe. Una de los vacíos del
momento en que vivimos es la superficialidad de las cosas y, también, de las
personas. Y la fe, en múltiples ocasiones, es como un gran océano: queda mucho
por descubrir.
María,
sencilla y obediente, nos anima a aceptar sin condiciones a un Jesús que viene
sin ruido pero pidiendo adhesiones.
María,
pobre y humilde, nos indica el camino para encontrarnos con Cristo: el
desprendimiento de uno mismo y de aquello que es obstáculo para que Dios entre
en el interior.
María,
agradecida, nos empuja a una acción de gracias (sincera y entusiasta) por ese
Dios que se hizo pequeño y hombre en su seno virginal dándonos a conocer su
inmenso amor.
En este
día, con profundo sabor marinero, muchos hombres y mujeres volveremos a vestir
el escapulario del Carmen. Este signo puede ser, en un mundo descreído con afán
de aparcar todo lo religioso, una llamada a abanderar esos valores que no pueden
quedarse maniatados en una religiosidad popular y sin trascendencia o renovación
de nuestra propia vida.
No hace
mucho tiempo, en una casa que estaba siendo rehabilitada, salió a la superficie
un madero que –aparentemente– estaba sano. Un albañil acercó la mano y,
hundiendo su pulgar en la madera, se llevó la gran decepción al comprobar que
por dentro estaba totalmente hueco y dañado por las termitas.
Los
cristianos, no podemos conformarnos con mantener exteriormente unas
manifestaciones religiosas (aunque sean marianas) si no responden a unas
vivencias profundamente evangélicas. En este día de la Patrona del Mar salimos a
la calle, no para cumplir con una simple tradición (eso sería muy poco) ni para
entonar la Salve Marinera (no sería suficiente) ni para tomar el escapulario (es
un símbolo). En esta jornada mariana nos abrimos al horizonte del mar o nos
manifestamos en las calles porque el tesoro que llevamos escondido, el Hijo de
María, sigue siendo para nosotros un modelo de referencia para guiar a nuestra
sociedad, para iluminar nuestras relaciones, para dar consistencia a nuestras
familias o para rescatar a nuestro mundo de su egocentrismo o egoísmo: para ir
hacia Dios.
PUERTO
DE LA FE Y DE LA ESPERANZA
La
festividad de la Virgen del Carmen, es una oportunidad que Dios nos da para
llegar al puerto de la fe y de la esperanza. Con María, la fe, se vive con más
facilidad. Mejor dicho, con María, a la fe, se llega por un privilegiado camino.
Con María, la esperanza, es un claro síntoma de que bebemos del mismo torrente
del que Ella bebió: Jesucristo.
La
festividad de la Virgen del Carmen es una embarcación que Dios pone a nuestro
alcance. Dios necesitó de una mujer para hacerse hombre. También nosotros,
aunque nos sintamos dioses sin serlo, recordamos el testimonio e imploramos la
ayuda de una mujer (que fue grande porque supo surcar sus propias dudas,
pobreza, miedos y habladurías); porque queremos seguir avanzando como amigos de
Jesús y proponiendo su Evangelio, como la mejor noticia aún no desvelada ni
gustada suficientemente por una gran parte de nuestro mundo.
Hoy –en
esta jornada– todos somos un poco marineros y hombres del mar.
--Es
saludable
adentrarse en las aguas profundas del Evangelio.
--Es
conveniente utilizar la brújula de la fe para no perdernos.
--Es
solidario desplegar
las velas de la esperanza y del amor para no hundirnos en nuestros exclusivos
intereses.
--Es
prudente llevar
el ancla del perdón para detenernos, como María lo hizo, y ayudar o proclamar la
presencia de Dios en nuestros corazones.
--Es
ventajoso remar con
el soplo del Espíritu Santo y, con sólo esa seguridad, saber que no hay olas
gigantes para el que siempre cree y pone en Dios la última Palabra.
Hoy, con
la Virgen del Carmen, sigamos mirando al horizonte del mar. Y con
Ella, con su cántico de alabanza, proclamemos con el agua y con los peces, con
las redes y con el firmamento, con los hombres de tierra y también con los del
mar, las maravillas que Dios sigue haciendo y mostrándonos delante de
nosotros.
Padre Javier Leoz
www.betania.es
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