1. La flor de la ACOGIDA. Si María recibió
por la ventana de Nazaret la visita del Ángel, también nosotros necesitamos
encontrar aquella otra por la que el Señor viene hasta nosotros. ¿Seremos capaces de cerrar aquellas
lumbreras que nos deslumbran y nos alejan de Dios?
2. La flor de la OBEDIENCIA. Si María se
dejó moldear por el Espíritu para llevar a cabo la voluntad del Señor, también
nosotros podemos dejarnos llevar por el Espíritu Santo y colaborar para que la
Obra de Jesús siga adelante: sobran ideas y hacen falta manos.
3. La flor de PROFECÍA. Si María, llena de
Dios fue al encuentro de su prima Santa Isabel, de igual forma también nuestra
vida puede ofrecer un giro y ponernos en camino para dar a conocer (de palabra,
obra y con todos los medios a nuestro alcance) la presencia del Espíritu Santo.
4. La flor de la IGLESIA. Si María, nos
fue dada como Madre al pie de la cruz y estuvo presente en Pentecostés en el
inicio de la vida de la Iglesia, estamos llamados a edificar una comunidad
eclesial teñida por el Evangelio (no por nuestras ideas), alimentada por el
Espíritu Santo (no por los vientos modernos), arropada por los Sacramentos (no
por la religión a la carta).
5. La flor de LOS DONES. Si María, floreció
en los mejores dones para Dios, hemos de descubrir los talentos divinos y
humanos que el Padre ha puesto en el cofre de nuestro corazón. Decir “yo soy
como soy” y no hacer nada o seguir con lo nuestro, es apagar la voz del Espíritu y dejarse arrastrar
por la corriente del mundo.
6. La flor de la VALENTÍA. Si María, se
mantuvo firme ante el rechazo a Jesús y su muerte (permaneciendo al pie de la
cruz), no podemos dar la espalda al interés de la Iglesia por seguir ofreciendo
y proponiendo el Evangelio como secreto para que el mundo, por el Espíritu,
pueda alcanzar la paz verdadera.
7. La flor de la FE. Si María, escuchó la
voz del Espíritu Santo en todo lo que sintió, vivió y esperó, rezarle y
honrarle por Pentecostés nos exige fiarnos y dejarnos guiar por Él. Sólo, con,
por y en el Espíritu podremos llegar a ser auténticos hijos de María: siendo
personas abiertas al Espíritu Santo, sensibles a su presencia y orantes ante Él.
Fuente: http://www.javierleoz.org/
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