26 dic 2014
Doce Brindis para Fin de Año. ¡Feliz 2015!
1. Inicia el nuevo año como si, de verdad, fuese el último de tu vida: deja atrás lo que no merece la pena e intenta, con todas tus fuerzas, ser una persona totalmente diferente. ¡Ten fe y cultívala!
2. No dejes de soñar ni de trabajar por aquellos objetivos que pueden ser positivos para ti y buenos para los demás. Es bueno tener ideales ¡Pide, con fe, tu progreso espiritual y material al Señor!
3. No dejes de lado a Dios. Él te dará luz en los 12 meses que ahora se inician, palabra oportuna en los 365 días que te aguardan, esperanza en todas y cada una de sus horas. ¡Imprime, un poco de tu fe, a cada una de tus jornadas!
4. Disfruta con intensidad, pero con sentido común, tu existencia. No te dejes llevar por cualquier oferta que degrade tu dignidad como persona ¡Confía, con fe, tus proyectos al Señor!
5. Demuestra no para que se vea, pero sí para que se denote, tu vida cristiana, tu generosidad. No olvides a los que se encuentran materialmente en difíciles circunstancias ¡Porque tienes fe, que seas generoso!
6. Piensa que, la vida, es demasiado breve para malgastarla. Recapacita en aquellos fallos que cometiste en tu pasado y, mirando al cielo, intenta solucionarlos ¡Con fe humilde, pídele al Señor su perdón!
7. No digas “no es posible, de repente, cambiar de la noche a la mañana”. Con la ayuda de Dios y con tu oración, podrás alcanzar pequeñas metas que hagan realidad el superarte en diversos aspectos ¡Confía tus problemas al que te puede aconsejar: a Dios!
8. No seas negativo. Da la cara y lucha en los próximos meses. Utiliza, en esa batalla, las armas del perdón, del amor, de la alegría y de la paciencia ¡Qué la fe sea tu resorte!
9. No seas iluso. No sigas ni creas a aquellos que, por variados intereses, intentan alejar a Dios de todo ámbito social: tú tienes que dar testimonio de su presencia ¡Qué tu fe sea audible y visible!
10. No te creas un “don nadie” ni tampoco un “don poderoso”. Eres grande por ser hijo de Dios y, eres débil, por ser humano. Intenta conocer un poco más tu fe. Asómate a la Palabra de Dios ¡Acércate un poco más a la Sagrada Escritura, fuente de la fe!
11. Da gracias a Dios por este nuevo año que pone a tu alcance. Lo hace para que seas santo, más sabio y, sobre todo, para que no le olvides ¡Con fe entusiasta, da gracias a Dios!
12. Levanta la copa de la fe con la ayuda y la protección de la Virgen María. Que Ella te ayude a saborear, poco a poco, todo lo que el Señor quiere y espera de ti ¡Pídele a María una fe, por lo menos, tan sencilla y valiente como la de Ella!
¡Feliz Año 2015!
Fuente: http://www.javierleoz.org
¿Qué traerá el año que comienza?
¿Qué traerá el año que comienza?
¡Lo que Tú quieras; Señor!
Te pido Fe para mirarte en todo.
Esperanza para no desfallecer.
Caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene
y yo no sé pedir.
¡Que pueda yo amarte cada vez más;
y hacerte amar de los que me rodean!
¡Que sea yo grande en lo pequeño!
¡Que siempre tenga el corazón alerta,
el oído atento, las manos y la mente activas,
el pie dispuesto!
¡Derrama, Señor tus gracias sobre todos los que quiero.
¡Derrama, Señor tus gracias sobre todos los que quiero.
Mi amor abarca el mundo y aunque yo soy muy pequeña,
sé que todo lo colmas con tu bondad inmensa!
Fuente: http://es.catholic.net
Homilía del Papa Francisco en la Misa de Gallo 2014
Es la segunda Navidad que el Santo Padre pasa en el Vaticano. 'Lo más importante es dejar que el Señor me encuentre y me acaricie con cariño'.
Ciudad del Vaticano, 24 de diciembre de 2014 (Zenit.org)
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló» (Is 9,1). «Un ángel del Señor se les presentó [a los pastores]: la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2,9). De este modo, la liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría.
También nosotros, en esta noche bendita, hemos venido a la casa de Dios atravesando las tinieblas que envuelven la tierra, guiados por la llama de la fe que ilumina nuestros pasos y animados por la esperanza de encontrar la «luz grande». Abriendo nuestro corazón, tenemos también nosotros la posibilidad de contemplar el milagro de ese niño-sol que, viniendo de lo alto, ilumina el horizonte.
El origen de las tinieblas que envuelven al mundo se pierde en la noche de los tiempos. Pensemos en aquel oscuro momento en que fue cometido el primer crimen de la humanidad, cuando la mano de Caín, cegado por la envidia, hirió de muerte a su hermano Abel (cf. Gn 4,8). También el curso de los siglos ha estado marcado por la violencia, las guerras, el odio, la opresión. Pero Dios, que había puesto sus esperanzas en el hombre hecho a su imagen y semejanza, aguardaba pacientemente. Dios Esperaba. Esperó durante tanto tiempo, que quizás en un cierto momento hubiera tenido que renunciar. En cambio, no podía renunciar, no podía negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2,13). Por eso ha seguido esperando con paciencia ante la corrupción de los hombres y de los pueblos. La paciencia de Dios, como es difícil entender esto, la paciencia de Dios delante de nosotros.
A lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es Padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción. En esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. Dios no conoce los arrebatos de ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando de ver a lo lejos el retorno del hijo perdido.
Con paciencia, la paciencia de Dios.
La profecía de Isaías anuncia la aparición de una gran luz que disipa la oscuridad. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Redentor, lo hicieron con estas palabras: «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». La «señal» es la humildad de Dios, la humildad de Dios llevada hasta el extremo. Es el amor con el que, aquella noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones. El mensaje que todos esperaban, que buscaban en lo más profundo de su alma, no era otro que la ternura de Dios: Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez.
Esta noche santa, en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque? «Pero si yo busco al Señor» –podríamos responder–. Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me encuentre y me acaricie con cariño. Ésta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera mucho?
Y más aún: ¿tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! La paciencia de Dios, la ternura de Dios.
La respuesta del cristiano no puede ser más que aquella que Dios da a nuestra pequeñez. La vida tiene que ser vivida con bondad, con mansedumbre. Cuando nos damos cuenta de que Dios está enamorado de nuestra pequeñez, que él mismo se hace pequeño para propiciar el encuentro con nosotros, no podemos no abrirle nuestro corazón y suplicarle: «Señor, ayúdame a ser como tú, dame la gracia de la ternura en las circunstancias más duras de la vida, concédeme la gracia de la cercanía en las necesidades de los demás, de la mansedumbre en cualquier conflicto».
Queridos hermanos y hermanas, en esta noche santa contemplemos el pesebre: allí «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande». La vio la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios. En cambio, no la vieron los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de cerrazón. Miremos al misterio y recemos, pidiendo a la Virgen Madre: «María, muéstranos a Jesús».
(24 de diciembre de 2014) © Innovative Media Inc.
25 dic 2014
Recursos Catequesis Sagrada Familia
* Colorea dibujo de Fano de la Sagrada Familia:
Crucigrama sobre la infancia de Jesús:
Fuente: http://ereliefalaserna.blogspot.com.es
Este mini pesebre es ideal para regalar como tarjeta. También pueden ampliarse los moldes y hacerlo más grande, como para un afiche.
Lo que necesitamos...
Cartulina de colores: anaranjada (base de los cuerpos), blanco (halos), amarillo, celeste, rosado. Marcadores de colores para completar la cara y detalles (rojo, negro, marrón, azul). Pegamento, lápiz negro, tijeras.
Cómo lo hacemos...
1. Marcamos los moldes con lápiz negro sobre la cartulina de colores y los recortamos.
2. Primeramente conviene completar y colorear las caras, manos y la paja del pesebre donde irá el niño.
3. Se comienza a pegar en este orden: Sobre la base anaranjada de los cuerpos las caras de María y de José. Por detrás, van pegadas las túnicas y los halos. Para el niño Jesús, armamos y pegamos las piezas aparte y luego las aplicamos por encima. A lo último pegamos las manos de José y de María para poder calcular mejor la altura.
Moldes
Fuente: elrincondelasmelli
15 dic 2014
Pasatiempos de Navidad para niños
Fusión de Navidad:
Grilla de Navidad:
Descifra el mensaje escondido de Navidad:
Descubriendo los iguales:
Fuente: elrincondelasmelli
Sopa de letras de Navidad:
Cruzada de Navidad:
Laberinto de Navidad:
¿Quién es quién de Navidad?
Fuente: educarconjesus
Encuentra las diferencias:
Fuente:orientacionandujar
7 dic 2014
Oración - Reflexión María Inmaculada Concepción
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!
Llamas, María, silenciosamente
acompañada y rodeada de Misterios
y lo haces así porque, tu vida, fue grande en el silencio
porque, Dios, y nadie más, ocupó lo más santo de tus entrañas
porque, Dios, y nadie más, gustó la beldad interna de tu cuerpo.
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!
Decir al mundo que, en la pequeñez,
está el secreto de la felicidad y el asombro.
Que, en la humildad, se funde la llave para conquistar a Dios,
que, en la docilidad, es donde uno
se llena de la fuerza divina.
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA INMACULADA!
Poseer aquella perfección que al
mismo Dios enamora
asaltar algunos de esos dones tuyos
con los que fuiste capaz de robar el mismo corazón al Creador,
Vivir sintiéndonos amados por esa fuerza alta y extraña
que, cuando se acoge, es oasis de eternidad y de paz.
¡QUIÉN PUDIERA COMO TÚ, MARÍA!
Responder siempre “SÍ” sin mirar a lo que atrás se deja.
Ofrecer al Señor el campo de
nuestro interior,
limpio y convertido, cuidado y reluciente
y que, Él, pudiera acampar sin miedo a ser rechazado.
Caminar, como Tú lo haces, sin temor ni temblor
sabiendo que, cuando Dios entra por una ventana de tu casa,
la ilumina con rayos de paz y de alegría desbordantes.
Gracias, Virgen Inmaculada: eres don y regalo.
Don para nuestra Iglesia
Regalo para todo el pueblo que, en nuestras luchas y debilidades, rezamos,
cantamos, proclamamos y veneramos
tu inmensa pureza de Madre coronada de estrellas.
Amén.
Javier Leoz
6 dic 2014
Oración Segundo Domingo de Adviento de Javier Léoz
EN EL DESIERTO DEL
MUNDO
Donde la locura vuela más deprisa que la sensatez,
allá donde la pobreza ya no llama la atención
y se convierte en estandarte de un mundo infeliz
quiero, Señor, preparar tu camino.
En la soledad del que busca y no encuentra compañía
en la desesperanza de familias
que han perdido el horizonte de la alegría,
en los egoísmos y soberbias
que me impiden verte cara a cara….
Quiero, Señor, preparar tu camino.
Luchando, por rebajar todas esas colinas de autosuficiencia.
Avanzando, para llenar lo que la sociedad
caprichosa e insolidaria, mezquina y sin sentido
pretende dejar, lo más sagrado, vacío y sin contenido.
Quiero, de verdad Señor, preparar tu camino.
Despejar nuestras mentes embarulladas por lo efímero
y colmarlas con tu presencia, con tu Nacimiento.
Denunciar falsedades o verdades a medias
y, con la trompeta de tu nuevo día,
pregonar a este mundo que todavía es posible la esperanza.
Que Tú, Señor, estás por llegar
pero que, los caminos por donde avanzamos,
no son los auténticos para poderte alcanzar.
Tú Señor, puedes cambiar el ritmo de la historia
si somos capaces de dejar aquello que nos atenaza,
duerme, amordaza, esclaviza y nos impide caminar.
Contigo, Señor.
Para Ti, Señor.
Por Ti, Señor.
Quiero preparar mis caminos:
que sean los tuyos.
Quiero andar por tus caminos:
sal a mi encuentro.
Quiero dejar los viejos:
renuévame con tu gracia.
¡Ven, Señor!
¡Apresura tu llegada!
Contigo, para siempre, por tus caminos.
Javier Leoz
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