Hoy, desde hace unos pocos años, celebramos el II domingo de Pascua, que por deseo del Beato Juan Pablo II se celebra la fiesta de la Divina Misericordia, apoyándose en las revelaciones de la monja polaca Sta. Faustina Kovalska, animando al rezo de la coronilla a las tres de la tarde, hora en que expiró nuestro Señor Jesucristo, redimiéndonos así de nuestros pecados y rompiendo la distancia entre Dios y los hombres.
El mismo Beato Papa había escrito una encíclica dedicada a Dios Padre, "Dives in misericordiae" (rico en misericordia) animando a pastores y fieles a descubrir de nuevo y hablar de la experiencia en la tierra del perdón y misericordia de Dios por medio de su Hijo, que con la gracia del Espíritu Santo, se hace patente y visible en el Sacramento de la Reconciliación o de la Alegría de la vuelta a la casa del Padre, que respeta nuestra libertad hasta para pecar, pero que se alegra muchísimo, junto con todo el Cielo, cuando un hijo se reconoce pecador, acepta el perdón y vive como hijo, no como esclavo.
Jube
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