Cuando sólo se
quiere ser dueño de la vida, ésta se hace cada vez más vacía, más pobre;
fácilmente se acaba por buscar la evasión en la droga, en el gran engaño. Y
surge la duda de si de verdad vivir es, en definitiva, un bien. No. De este
modo no encontramos la vida. Las palabras de Jesús sobre la vida en abundancia
se encuentran en el discurso del buen pastor. Esas palabras se sitúan en un
doble contexto. Sobre el pastor, Jesús nos dice que da su vida.
"Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente". Sólo se encuentra la vida dándola; no se la encuentra tratando de apoderarse de ella. Esto es lo que debemos aprender de Cristo; y esto es lo que nos enseña el Espíritu Santo, que es puro don, que es el donarse de Dios. Cuanto más da uno su vida por los demás, por el bien mismo, tanto más abundantemente fluye el río de la vida. En segundo lugar, el Señor nos dice que la vida se tiene estando con el Pastor, que conoce el pastizal, los lugares donde manan las fuentes de la vida. Encontramos la vida en la comunión con Aquel que es la vida en persona; en la comunión con el Dios vivo, una comunión en la que nos introduce el Espíritu Santo. (Benedicto XVI, 3 de junio de 2006).
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