Dame, Espíritu Santo, tus alas de SABIDURÍA.
Para apreciar, no tanto las letras con las que se es poderoso en la
tierra, cuanto el deseo de ver a Dios en las pequeñas cosas de cada jornada. No
es sabio quien sabe sino aquel, que es consciente de que sabe poco.
Dame, Espíritu Santo, tus alas de INTELIGENCIA.
Para que pueda descubrir tantos secretos escondidos que, aparentemente,
son inapreciables a mi vista. Que te vea en lo invisible.
Dame, Espíritu Santo, tus alas de CONSEJO.
Para que pueda conducir lo que digo y hago, lo que me dicen y lo
que me hacen, hacia la voluntad de Dios. Que no me equivoque ni equivoque.
Dame, Espíritu Santo, tus alas de FORTALEZA.
Para que, en las dificultades en el vuelo de mi existencia cristiana,
me sienta protegido y arropado por la mano poderosa de Dios.
Dame, Espíritu Santo, tus alas de CIENCIA.
Para no anteponer la fe a la cultura, para iluminar los
acontecimientos del mundo con la transparencia de la fe. Que no me acobarde
cuando no me entiendan ni comprendan mis planteamientos cristianos.
Dame, Espíritu Santo, tus alas de PIEDAD.
Para que nunca me olvide del Señor que habita en el cielo y, por
otro lado, para que no viva de espaldas a los sufrimientos de los que viven en
la tierra.
Dame, Espíritu Santo, tus alas de TEMOR
DE DIOS.
Para que pueda huir de mi vanidad y egocentrismo y, en cambio, sepa
valorar la presencia de un Dios que -al final de mis días- me espera. Que,
sabiendo que Dios me aguarda, camine en la tierra con la sensación de que no
puedo permitir aquello que me distancia de Él.
P. Javier Leoz
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