Caminaban, padre e hijo de la mano, cuando pasando por delante de una iglesia, el niño le preguntó: Papá ¿qué hay ahí dentro?
Y, el padre, le respondió: Nada; hijo mío. Un día te trajimos a bautizar pero, desde entonces, ya no hemos sabido nada de aquello. ¡Quiero entrar!- Gruñó el niño.
Una vez en el interior de la iglesia, el
pequeño iba fijándose en las imágenes, en las vidrieras, en los ornamentos.
Llegó delante de un altar muy especialmente adornado. Y le dijo a su padre: ¡mira, papá! ¡Pone que es nuestra Madre!
El padre, volviéndose sobre sí mismo, se
emocionó profundamente. Hacía dos años que, la madre del niño y su esposa,
había fallecido.
¿Por qué nunca me has hablado de Ella, papá? - Siguió el chaval. Y, el padre,
abrazándolo fuertemente le contestó: te prometo, hijo mío, que esta noche te
hablaré de Ella.
Y, una vez en casa, cogiendo el evangelio, le
contó al pequeño varias cosas sobre la Virgen María.
Esta anécdota, que es cierta,
termina de la siguiente forma: todos los domingos, cuando amanecía, el niño le
decía a su padre: vamos, papá; que la mamá nos
espera.
La felicidad, a pesar de la ausencia de un
ser querido, fue recompensada con creces con aquel re-descubrimiento de María
que, un niño, regaló a su padre.
No queda la historia ahí; meses después, y a
continuación de la Eucaristía, el padre conoció a una joven en parecidas
circunstancias pero sin hijos.
En su hogar, en el comedor, quisieron poner la siguiente inscripción: la Virgen, con un niño, hizo nuestro amor. Lo hizo posible en Belén. En Caná. En la Cruz. Primero como niño y más tarde como joven.
En su hogar, en el comedor, quisieron poner la siguiente inscripción: la Virgen, con un niño, hizo nuestro amor. Lo hizo posible en Belén. En Caná. En la Cruz. Primero como niño y más tarde como joven.
María, ha intervenido como mediadora, a
través de los siglos, en “muchos
posibles”. Con un Niño, hizo feliz al Padre del cielo, le dio la posibilidad de
tener una enamorada en Nazaret, un amor en Belén y una entrega sin condiciones
en el Calvario.
Que nosotros también aprovechemos este mes de
mayo para descubrir el encanto de creer y de esperar en Jesucristo muerto y
resucitado.
Que, además, sean días de veneración y
devoción a María. Ella siempre nos da pequeñas y grandes sorpresas en nuestro
vivir.
María, siempre debajo de su brazo, nos trae
escondido un pequeño tesoro: Jesucristo.
http://www.javierleoz.org/
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