1. ¿Qué es el cielo? Se llama cielo al estado de
felicidad de quienes mueren en gracia de Dios. Es la sentencia de premio en el
juicio divino. Es la situación de gozo completo sin mezcla de dolores que
reciben quienes alcanzan la santidad y se presentan ante el Señor con el alma
limpia, brillante, adornada de virtudes y buenas obras.
2. ¿Qué premios hay en el cielo? El cielo es un premio eterno. Allí nadie puede pecar, ni lo desea. Sólo se ama el bien. Los gozos del cielo duran para siempre, nunca terminan. Suelen agruparse en dos:
·
La visión de Dios. Es el premio principal: la
unión con Dios, la intimidad con el Señor que es el Bien supremo y origen de
todos los bienes y gozos posibles.
·
La felicidad completa. Todos los buenos deseos
satisfechos, todas las ilusiones cumplidas. En compañía de los ángeles y los
santos, y de Santa María.
3. ¿Por qué cuesta tanto imaginar la gran felicidad del cielo?
Porque el mayor gozo
del cielo es espiritual, y en esta vida hay mucha tendencia a buscar la
felicidad en asuntos materiales. Así se pierde soltura para captar los bienes
espirituales y su valor superior.
4. ¿Hay diversos gozos en el cielo? Sí. Los más santos gozarán en el cielo de una felicidad mayor. Suele ponerse el ejemplo siguiente: imaginemos varios recipientes de distinta capacidad: un vaso, una botella, una tinaja, un tonel. Si los llenamos, todos estarán completos pero cada uno según su capacidad. En el cielo seremos completamente felices pero cada uno según la capacidad de su corazón.
4. ¿Hay diversos gozos en el cielo? Sí. Los más santos gozarán en el cielo de una felicidad mayor. Suele ponerse el ejemplo siguiente: imaginemos varios recipientes de distinta capacidad: un vaso, una botella, una tinaja, un tonel. Si los llenamos, todos estarán completos pero cada uno según su capacidad. En el cielo seremos completamente felices pero cada uno según la capacidad de su corazón.
5. ¿El cielo es un
autopremio? En parte sí pues cada uno lo alcanza con sus
méritos y buenas obras. Pero más bien es fruto del amor de Dios que ha
establecido gratuitamente ese premio tan grande. Nadie puede autollevarse al
cielo; es el Señor quien lo otorga.
6. ¿Qué camino conduce al cielo? Nuestro Señor Jesucristo nos indicó el modo de vida que nos llevará al cielo. Basta poner en práctica sus enseñanzas. Para conseguirlo, será necesario contar con la ayuda de los sacramentos y de la oración.
6. ¿Qué camino conduce al cielo? Nuestro Señor Jesucristo nos indicó el modo de vida que nos llevará al cielo. Basta poner en práctica sus enseñanzas. Para conseguirlo, será necesario contar con la ayuda de los sacramentos y de la oración.
7. ¿Consejos y atajos para ir al cielo? Para avanzar rápidamente hacia el cielo se suele recomendar:
·
El repaso asiduo de las enseñanzas de Cristo
(doctrina cristiana).
·
La práctica frecuente de la confesión.
·
La devoción confiada hacia María Santísima.
8. ¿Conviene desear el
cielo? Es muy conveniente desear el cielo fomentando el
ánimo y la esperanza de llegar a ver a Dios. Además de desearlo, habrá que ir
dando pasos hacia el cielo, pero se camina más velozmente hacia los ideales si
se fomenta la ilusión por la meta.
9. ¿Desear el cielo no es egoísmo? El egoísmo es un amor propio exagerado y que prescinde de los demás. En cambio, el deseo del cielo es un amor propio correcto -el mejor- y no olvida a los demás, ya que el camino hacia el cielo incluye la caridad, amor a Dios, el servicio, el afán apostólico, etc.
Ignacio Juez
http://blogdeuncatolico.blogspot.com.es/2010/11/el-cielo.html
D. Javier, nos explica y responde a preguntas sobre EL CAMINO PARA ALCANZAR EL CIELO en su blog:
http://santamariadebaionadiocesistuy-vigo.blogspot.com.es/2011/05/el-cielo-la-recompensa-de-los-justos.html
Ojalá que
todos pongamos los medios para
ir a él, porque será el resultado de
una vida de tendencia a la santidad, a la que cualquier cristiano
corriente puede aspirar como consecuencia de haber recibido el SANTO
BAUTISMO, que nos metió de lleno en
los planes de Dios.
Cierto que
supone la lucha diaria, pero
que no será muy difícil, si ponemos
los medios que todos los santos han
puesto a través de
la historia de la IGLESIA. La SANTIDAD no
consiste en no caer, sino en saber levantarse. Así lo han dicho los
SANTOS...
Dios no
niega su gracia al que pone de su parte todo lo que pueda. Si al
morir tenemos que purificarnos... ahí está el PURGATORIO.
Y Dios nos
libre de caer en el INFIERNO.
No te olvides de que DIOS, "que te creó sin tí, no te salvará sin ti"
Y si tienes
devoción a NUESTRA SEÑORA LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, MADRE DE
DIOS Y MADRE NUESTRA, será un signo de predestinación, como lo ha dicho muchos santos.
Ánimo pues, y a no cesar en la lucha diaria.
Que Dios y
Santa María vengan en nuestro auxilio.
Amén.
El cielo LA RECOMPENSA DE LOS JUSTOS:
“Bendito el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos
hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible,
reservada en los cielos para vosotros” (1ª Pedro 1:3-4).
Una
emocionante promesa que Jesús hizo es la siguiente: “Vuestro galardón es grande
en los cielos” (Mateo 5:12; Luc. 6:23) Los que somos cristianos tenemos
esperanza (Efes. 4:4) de una vida en el cielo, la cual sobrepasa abundantemente
a esta vida en gloria, esta es una gran bendición que hace que valga la pena
ser cristianos. Ninguna otra iglesia tiene tantos cánticos acerca del cielo, ni
canta tan a menudo acerca de un hogar futuro. Nuestra expectación del cielo nos
lleva con gozo a través de las muchas tribulaciones y cargas que llevan a otros
a la tristeza y a la desesperanza (1ª Tes. 4:13).
Hubo alguien
que llegó a la siguiente conclusión: “La vida cristiana es todavía la mejor
vida que el hombre puede vivir mientras esté aquí, aun si no hubiera recompensa
después de la muerte”. En concordancia con lo anterior, esto fue lo que
Pablo escribió: “La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida
presente, y de la venidera” (1ª Tim. 4:8) Jesús enseñó lo mismo:
“Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” (Juan
10:10) Una vida abundante no es una vida sin problemas. Esto fue lo que
Pablo escribió: “Y también todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo
Jesús padecerán persecución” (2ª Timoteo 3:12) La persecución que Pablo
sufrió le llevó a decir: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos
los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1ª Cor. 15:19) Pablo
escribió acerca de sus tribulaciones con Cristo: “Si como hombre batallé en
Efeso contra fieras”, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y
bebamos, porque mañana moriremos” (1ª Cor. 15:32; Isa. 22:13).
El Nuevo
Testamento nos da promesas más abundantes como desear fervientemente el cielo.
Aunque el cielo, en el sentido de hogar eterno de los salvos, no se
menciona en las Escrituras frecuentemente, ni es descrito en detalle, sin
embargo, las bendiciones del cielo son aludidas muchas veces.
Nuestra
esperanza cristiana de un hogar en el cielo es una de las cosas que nos trae
gozo (Rom. 12:12). Esta es una promesa mejor que la que fue hecha a los que
estaban bajo en antiguo pacto (Heb. 8:6; 10:34) A éstos se les prometió la
tierra de Canaan, una larga vida y prosperidad, si observaban el pacto que Dios
hizo con ellos (Deut. 4:13; 5:33). Si todo lo que se nos promete es un lugar
sobre una tierra restaurada a su estado prístino, entonces las promesas de Dios
bajo en nuevo pacto, la base de nuestra esperanza, no son mejores que las
promesas de tierra que Dios le hizo a Israel (Deut. 28:1-14) No obstante,
nuestra esperanza es un lugar para siempre en el cielo (1ª Pedro 1:3-4)
en un lugar de un lote de tierra con prosperidad y larga vida en la
tierra.
¿CÓMO ES EL
CIELO?
Para poder
comprender el cielo tal como se describe en la Biblia, debemos darnos cuenta,
como lo estudiamos en una lección anterior, que la palabra “cielo” se usa para
tres diferentes esferas (2ª Cor. 12:2-4).
1. El cielo
en el cual se encuentran las nubes (Deut. 11:11)y en el que los pájaros vuelan
(Salmo 72:2)
2. El
Universo lleno de estrellas y constelaciones (Gén. 1:14-18; Deut. 1:10) , y
3. El lugar
en cual mora Dios, donde los redimidos de la tierra vivirán para siempre (1ª
Ped. 1:3-4) Esta última referencia es el interés de esta lección.
La expresión
“reino de los cielos” se usa para referirse a:
1. El reino
eterno de Dios (Mateo 13:43)
2. El reino
preparado para los salvos (Mat. 25:34), y
3. El reino
de Cristo del cuál él predicó que estaba cerca y acerca del cual envió a otros
a predicar. A este reino se le refirió como “reino de los cielos” (Mateo 4:17);
“reino de Dios” (Marcos 1:15), “mi reino” (Lucas 22:30), y “reino de su amado
Hijo” (Col. 1:13). Una hebra (hilo) común, que corre a través de estos
términos, los correlaciona en significado, pues todos ellos se refieren al
reino de los cielos. El reinado especial de Cristo, el cuál él predicó que
estaba cerca (Mateo 4:17), comenzó con su ascensión (Efes. 1:19-23) y terminará
cuando él regrese (1ª Cor. 15:24) Esta lección hará énfasis en el reino
en al cual los salvos entrarán como su recompensa eterna (Mateo 25:34)
Solamente el contexto puede determinar cuál de estos usos del término es el que
se da a entender en cada pasaje.
Dado que el
cielo no es una dimensión física, tangible, debemos tener en cuenta que los
términos referidos, sólo pueden insinuar las realidades de esta esfera
espiritual. Pablo escribió lo siguiente: “No mirando nosotros las cosas que se
ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las
que no se ven son eternas” (2ª Cor. 4:18) Aunque Dios describe al cielo
en términos que se refieren a cosas materiales, no se debe pensar de éste como
algo material.
El cielo
es...
* El
“paraíso de Dios” (Apoc. 2:7) Un lugar de descanso
* Una
“ciudad” (Heb. 11:10,16; 13:14), un lugar de protección
* “La casa
de mi Padre” (Juan14:2), el palacio del Rey
* “El reino
de el Padre” (Mateo 13:43) “el reino eterno” (2ª Ped. 1:11) Un lugar donde Dios
estará reinando sobre su reino
* Cielos
nuevos y tierra nueva” (2ª Pedro 3:13) Un lugar especial, diferente y
mejor que los actuales cielos y tierra.
La tierra no
ha de ser renovada ni transformada en una habitación espiritual. Si así lo
fuera, entonces no podríamos tomar en serio al que se sentó en el trono y dijo:
“He aquí yo hago nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5) Ni podríamos tomar
literalmente la siguiente expresión: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva;
porque el primer cielo y la primera tierra pasaron” (Apoc.21:1)
La nueva
Jerusalén, la ciudad de los salvos, se describe como estando hecha de los más
costosos materiales conocidos en la tierra (Apoc. 21:11-21) Tal descripción es
impresionante, casi más allá de la imaginación humana. Es el cuadro que Dios
quiso que nosotros los mortales tuviéramos. Seremos impresionados cuando seamos
glorificados en su reino (1ª Tes. 2:12; Heb. 2:10) cuando contemplemos su
esplendor y gloria (Rom. 8:18) y cuando seamos participantes de esa gloria (1ª
Pedro 5:1) El será “glorificado en sus santos” (2ª Tes. 1:10). Seremos
también impresionados por el hecho de que no se trata de una esfera temporal,
si no que nos proveerá a nosotros, como ciudadanos del cielo, “un cada vez más
excelente y eterno peso de gloria” (2ª Cor. 4:17) Comparado con la tierra, es
“una mejor patria, esto es celestial” (Heb. 11:16)
Las buenas
nuevas acerca del cielo es que éste siempre existirá y será siempre el mismo.
No será como esta tierra transitoria. Nuestra esperanza es “una herencia
incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para
nosotros” (1ª Pedro 1:4) El cielo es un lugar “donde ni la polilla y el
orín corrompen, y donde ladrones no minan y hurtan” (Mateo 6:20; Luc. 12:33)
Cada uno de los que entren al cielo tendrá un nuevo cuerpo, “una casa no
hecha de manos, eterna, en los cielos” (2ª Cor. 5:1).
El más
maravilloso aspecto del cielo será nuestra asociación por toda la eternidad con
Dios, Jesús y el Espíritu Santo (Apoc. 21:3), y con todas las personas
maravillosas salvas que habrán vivido. No hay convivio en la tierra que
se pueda comparar con el convivio eterno que tendremos en el cielo. Si
pudiéramos echar una mirada, aunque fuera por un momento, a la gloria del cielo
y ver la comunión que experimentaremos, estaríamos tan emocionados de ir allí,
que pasaríamos cada instante despiertos soñando con ello, trabajando y
planeando para ello. Esto fue lo que Pablo escribió: “Pues tengo por cierto que
las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera
que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos :18)
¿QUÉ HABRÁ
EN EL CIELO?
Para
ayudarnos a comprender el cielo se usan símbolos. El cielo no tendrá cosas como
as que necesitamos aquí en la tierra, tales como el sol, la luna, o una
lámpara; no habrá noche allí pues el Cordero será su lumbrera (Apoc. 21:23,25;
22:5) El tener acceso inmediato a la presencia divina significará que no
será necesario un templo, pues Dos y el Cordero serán el templo (Apoc. 21:22)
No tendremos
necesidad de alimento físico, pues la vida será sustentada por el agua del río de
la vida y por el árbol del fruto de la vida (Apoc. 22:1-2) No estaremos ya más
separados de Dios, pues, “él morará con ellos; y ello serán su pueblo, y Dios
mismo estará con ellos como su Dios” (Apoc. 21:3) El trono de Dios y del
Cordero estará allí, y debido a esto, no puede haber allí maldición (Apoc.
22:3) Sólo justicia habrá en nuestra nueva morada (2 Pedro 3:13)
¿A QUÉ NOS
ASEMEJAREMOS?
Nuestros
cuerpos materiales serán transformados en cuerpos espirituales (1ª Cor.
15:44,51-54) Los cuerpos materiales no serían adecuados para la dimensión
espiritual a la que entraremos, pues, “la carne y la carne no pueden heredar el
reino de Dios” (1ª Cor. 15:50) La esfera espiritual de Dios le es natural
a él, pues él es Espíritu (Juan 4:24), y para los ángeles, pues estos también
son espíritus (Heb. 1:14) No podemos comprender cómo será el cuerpo en
tal dimensión, pero tenemos la certeza de que “cuando él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1ª Juan 3:2) Para poder ver
a Dios, nosotros debemos entrar a su dimensión, pues los seres físicos no
pueden ver a Dios (1ª Tim. 6:16) Jesús “transformará el cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el
poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil.
3:20-21) Cuando esto suceda, “veremos su rostro” (Apoc. 22:4), un rostro
que ninguno de nosotros en nuestros cuerpos materiales puede contemplar y vivir
( Éxodo 33:20).
Cuando
seamos transformados, tendremos la gloria de los seres celestiales. Seremos
glorificados con Cristo (Rom. 8:17), cuando hayamos entrado a la gloria, la
honra y la paz (Rom. 2:7,10) En nuestro nuevo estado “resplandeceremos
como el sol en el reino” de nuestro Padre (Mat. 13:43) “Y así como hemos
traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1ª
Cor. 15:49).
Seremos
personas eternas, con “vida eterna”, y no podremos ya más morir (Luc. 2=.36;
Apoc. 21:4) La “vida eterna”, significa calidad de vida como también
longevidad, lo cual se puede referir a una posesión presente (Juan 3:36; 5:24;
6:47; 1ª Juan 5:11,13), o la que recibiremos como recompensa por creer en Jesús
y servirle(Mat. 19:29; Marcos 10:30; Luc. 18:30; Juan 10:28; Romanos 2:7; 6:22;
1ª Timoteo 6:12).
Los muertos
injustos continuaran viviendo. No obstante, su existencia eterna no debiera
considerarse “vida eterna”; en lugar de ello, debiera llamarse “muerte eterna”,
la cual es la segunda muerte, el lago de fuego (Apoc. 20:14)
¿QUÉ
ESTAREMOS HACIENDO?
Dios nos ha
dado una descripción completa de lo que estaremos haciendo en el cielo, y tal
vez por una buena razón. Nosotros, por estar en una condición física, podríamos
pensar que no es emocionante lo que hacen los seres espirituales. Dado que
nuestra felicidad por lo general se basa en cosas materiales, podríamos tener
dificultad para emocionarnos con las actividades espirituales. Del
cielo.
Cuadro del
cielo en la Catedral de Sevilla
En el cielo
conoceremos sólo la felicidad, pues Dios “enjugará... toda lágrima de los ojos
de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;
porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4). Los aspectos materiales de
esta vida que nos han causado tristeza o que han sido una maldición para
nosotros, no existirán más (Apoc. 22:3) Los salvos entraremos al “gozo”
de nuestro Señor (Mat. 25:21,23) Descansaremos de los trabajos de esta vida
(Apoc. 14:13; hebreos 4:8-11).
Por toda la
eternidad nos gozaremos, porque estaremos con el Padre (Apoc. 21:3), con
Jesús (Juan 12:25; 14:3; 17:24; 2ª Cor. 5:6-8; Fil. 1:23; Col. 3:4; 1ª
Tes. 4:17), con los ángeles (Luc. 9:26), y con los que sean salvos (Mateo
13:43) Serviremos gozosamente a Jesús (Apoc. 22:3) y reinaremos con él por
siempre (2ª Tim. 2:12; Apoc. 22:5). El será glorificado en los
santos (2ª Tes. 1:10), lo cual debe significar que Jesús será altamente
honrado y reverenciado (Fil. 2:10-11) por los que él haya salvado. El cielo
será un maravilloso lugar de amor, convivio y regocijo.
¿QUIÉNES
IRÁN AL CIELO?
Esto fue lo
que Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre...” (Mateo 7:21)
“Vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”
(Heb. 5:9) Los que reciban la vida eterna “los que perseverando en bien hacer,
buscan honra y honra” (Romanos 2:7), y “todo el que hace lo bueno” (Rom. 2:10).
Las glorias
del cielo no se dan con base en los méritos, sino con base en la gracia
(2ª Tes. 2:16) No vamos a poder jactarnos de haber ganado el cielo por
medio de buenas obras (Efes. 2:8-9; Tito 3:5) Simplemente diremos: “lo
que debíamos hacer hicimos” (Luc. 10:17).
El cielo nos
será dado como una herencia (Hech. 2:32; 26:18; Efes. 1:11,18; 5:5; Col. 1:12;
3:24; Heb. 9:15; 1 Pedro 1:4) Una herencia no es algo que se gana, es un
regalo. Los herederos son los hijos de Dios (Romanos 8:16-17; Gálatas
3:6-7,29) Al ser nacidos de nuevo, de Dios (Juan 1:12-13) De esta forma nos
convertimos en Hijos de Dios y herederos del cielo a través de la fe y el
bautismo (Gál. 3:26,27) Los que no entrarán en el cielo son los que
se revelan en contra de Dios y viven vidas inmorales (1ª Cor. 6:9-10;
Gál. 5:19-21) Debido a que no han sido lavados en la sangre de Jesús, ellos se
quedarán contaminados y no podrán entrar al cielo (Apoc. 21:27; 2ª Pedro
3:13) Los que entrarán al cielo serán los que hayan sido lavados por la
sangre de Jesús (Efes. 5:25-27; Col. 1:19-22)
¿SEREMOS TODOS
RECOMPENSADOS IGUAL?
Hay quienes
han llegado a la conclusión de que Dios dará grados de recompensa. Algunos
basan tal conclusión en el hecho de que se mencionan tres diferentes coronas:
La corona de “justicia” (2ª Tim. 4:8), de “gloria” (1ª Pedro 5:4),
y de “vida” (Apoc. 2:10; Sant. 1:12) Estas puede que no sean grados de
recompensa, sino descripciones de las bendiciones de todos los justos.
Hay buen
fundamento para poder decir que todos recibirán la misma recompensa. En
la parábola acerca de los que habían trabajado desde una hora hasta el día
laboral completo, Jesús expresó que todos recibieron la misma paga (Mateo
20:2-15) También enseñó que los que dieron todo recibirán la vida eterna
(Luc. 18:30), pero no dijo nada de recompensas más grandes. Sería justo si Dios
recompensara a unos más que a otros; no obstante, nadie merece el cielo. Si
Dios da a todos la misma recompensa, tal como la parábola lo indica (Mateo
20:2-15), él todavía estaría mostrando su gracia a todos.
¿NOS
RECONOCEREMOS UNOS A OTROS?
Hay quienes
han argüido que si nos reconocemos unos a otros, entonces tendremos dolor en el
cielo, pues nos daremos cuenta que algunos de nuestros seres amados no lograron
llegar allí. Esto podría ser problema; no obstante, los que vayamos al cielo
comprenderemos la forma como Dios administra la justicia. Por esta razón,
estaremos satisfechos con cualquiera que sea su veredicto.
Otros han
llegado a la conclusión de que no nos reconoceremos unos a otros pues nuestros
cuerpos espirituales no lucirán como nuestros cuerpos terrenales. El hombre
rico reconoció a Lázaro en el seno de Abraham después de que ambos salieron de
sus cuerpos. Pablo les dijo a los hermanos Tesalonicenses que ellos serían la
razón de su gozo y gloria en la venida de Cristo (1ª Tes. 2:19-20) ¿Cómo
podrían ser su razón para regocijarse si no pudiera reconocerlos y saber que
estaban entre los salvos? En el cielo los justos tendrán comunión por toda
la eternidad con amigos salvos que tuvieron en la tierra y también con todos
los salvos de la tierra.
CONCLUSIÓN:
El cielo
es un lugar maravilloso el cual excederá a nuestros más preciados sueños.
Nuestra más grande aspiración debería ser el entrar en esa esfera espiritual
donde se encuentra Jesús. Gozaremos de una nueva existencia espiritual por toda
la eternidad en el cielo, donde habrá un maravilloso convivio. No tendremos más
dolor, tristeza ni llanto. Todos será gozo, felicidad y paz.
Esta información se obtuvo de:
http://santamariadebaionadiocesistuy-vigo.blogspot.com.es/2011/05/el-cielo-la-recompensa-de-los-justos.html
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