ESLABÓN DE CADENA
Eres José, de María, esposo
silencio en medio del ruido
que nos trae, nos descubre y nos lleva al Salvador.
Eres prudencia, cuando sin verlo todo claro,
ves más allá de la nube de la incertidumbre
cuando Dios habla en horas inciertas y amargas.
Eres sencillez que, en los compases complicados,
nos descubres que la vida hay que tejerla
con las agujas de la humildad y de la docilidad.
Que, sólo desde él la apertura de miras,
se puede llegar a comprender que Dios
lejos de pedir imposibles
convierte en real lo que para nosotros es inalcanzable.
Eres, José, eslabón de una cadena pretérita
que se hace fuerte en su Anunciación
se rompe en la noche del nacimiento de Cristo
y fiel en los momentos de su predicación.
Eres, José, oído que escucha y labios que callan
pies que caminan en lo desconocido
y corazón que ama sin saber por qué en verdad amar.
Eres, José, pensamiento que en el cielo descansa
y, además, reflexión que todo lo aclara.
Con razón, José, no hay deseo que tú no lo alcances.
Sabes, como nadie, cómo llegar al Corazón de Cristo
y, en ese corazón, depositar las oraciones
de los que ni somos sencillos ni obedientes
ni, tal vez, soñadores con lo que tú soñaste.
Dirígenos, hombre de calma y paz,
para, en ese silencio, a Dios poder encontrar
Cadena, eres José, que une lo humano y lo divino
lo imposible con lo certero
las lágrimas con el consuelo
las dudas con los dulces y divinos sueños.
Siempre, entre bambalinas, en lugar apartado
eres reflejo de lo que debe ser un gran santo:
siempre escondido
para que Dios brille en
todo su esplendor.
Fuente: http://www.javierleoz.org/
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