Fuente: elrincondelasmelli
Fuente: Facebook catequesis para niños
El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.
Un poco de historia
La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.
La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
Un poco de historia
La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.
La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
Autor: Tere Fernandez del Castillo | Fuente: Catholic.net
¿Por qué la Virgen María es «Reina»?
S. S. Benedicto XVI lo ha explicado con las siguientes palabras:
«María es Reina porque está asociada de forma única a su Hijo, tanto en el camino terrenal, como en la gloria del Cielo»,
dijo el Papa, antes de recordar, siguiendo a San Efrén de Siria, que su
condición de reina deriva de su maternidad: «Es la Madre del Señor, Rey
de reyes».
Benedicto XVI explicó después «qué quiere decir María Reina». Como en
el caso de su Hijo, ese título no es del tipo que implica «poder o
riqueza»: «La realeza y el ser rey de Cristo está tejido de humildad, de servicio, de amor, es sobre todo para servir, ayudar, amar».
Jesús fue designado rey en la inscripción de la cruz para mostrarse así
«sufriendo con nosotros, por nosotros, amando hasta el extremo, y así
gobierna y crea verdad, amor, justicia».
Como en el lavatorio de pies de la Última Cena, explica Benedicto XVI: «Es un rey que sirve a sus servidores. Y lo mismo vale para María:
es reina en el servicio a Dios y a la humanidad, y reina del amor, que
vive el don de sí misma a Dios para entrar en el designio de salvación
del hombre». «Sierva» se llama a sí misma, recuerda el Papa, al
responder al ángel en la Anunciación y ante Santa Isabel en el
Magnificat.
«Es reina amándonos, ayudándonos en nuestras necesidades. Es nuestra sierva humilde... ¿Cómo ejerce María su realeza de servicio y de amor? Velando por nosotros, sus hijos,
hijos que se dirigen a ella en la oración para darle gracias o para
pedir su protección maternal y su ayuda celestial, tras haber equivocado
el camino, oprimidos por el dolor o la angustia los tristes y
castigados por las vicisitudes de la vida», continuó el Papa: «En la
serenidad o en la oscuridad de la existencia, nos dirigimos a
María confiándonos a su continua intercesión, para que nos obtenga del
Hijo todas las gracias y misericordias necesarias para nuestro peregrinar por los caminos del mundo».
Finalmente, Benedicto XVI recordó que en las letanías que siguen al
rosario se la invoca ocho veces como reina: de los ángeles, de los
patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de los
confesores, de las vírgenes, de todos los santos: «El ritmo de estas
antiguas invocaciones, y oraciones cotidianas como la Salve Regina, nos
ayudan a comprender que la Virgen Santa, como Madre nuestra
junto a su hijo Jesús en la gloria del cielo, está siempre con nosotros,
en el discurrir cotidiano de nuestra vida... Sabemos que
aquella en cuyas manos descansa en parte la suerte del mundo, es buena,
nos ama y nos ayuda en nuestras dificultades».
http://infocatolica.com
¡Viva nuestra Reina y Madre! (¡habrá que unirse a la corte celestial!)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo