1.Dios no se revela mediante el poder y la
riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza
2. La razón de todo esto es el amor divino,
un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse
y sacrificarse por las criaturas a las que ama.
3. La caridad, el amor es compartir en todo
la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los
muros y las distancias.
4. La finalidad de Jesús al hacerse pobre
no es la pobreza en sí misma, sino —dice San Pablo— «...para enriqueceros con
su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para
causar sensación.
5. Dios no hizo caer sobre nosotros la
salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es
superfluo con aparente piedad filantrópica.
6. ¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús
nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca
de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos
habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss).
7. La pobreza de Cristo que nos enriquece
consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y
nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios
8. La riqueza de Jesús radica en el hecho
de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de
este Mesías pobre
9. Se ha dicho que la única verdadera
tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única
verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
10. Dios sigue salvando a los hombres y
salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos,
en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres.
11. La riqueza de Dios no puede pasar a
través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra
pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo
12. A imitación de nuestro Maestro, los
cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a
hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas.
13. La miseria no coincide con la pobreza;
la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos
distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral
y la miseria espiritual.
14. Frente a la miseria la Iglesia ofrece
su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas
heridas que desfiguran el rostro de la humanidad
15. En los pobres y en los últimos vemos el
rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo.
16. No es menos preocupante la miseria
moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado
17. ¡Cuántas familias viven angustiadas
porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol,
las drogas, el juego o la pornografía!
18. ¡Cuántas personas han perdido el
sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido
la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por
condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la
dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los
derechos a la educación y la salud.
19. Si consideramos que no necesitamos a
Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a
nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso.
20. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
21. El Evangelio es el verdadero antídoto
contra la miseria espiritual
22. Dios es más grande que nuestro pecado y
nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la
vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de
misericordia y de esperanza!
23. Es hermoso experimentar la alegría de
extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para
consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas
sumidos en el vacío
24. Jesús, en efecto, «trabajó
con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de
hombre, amó con corazón de hombre.
25. Este tiempo de Cuaresma encuentre a
toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven
en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico
26. La Cuaresma es un tiempo adecuado para
despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de
ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza.
27. No olvidemos que la verdadera pobreza
duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de
la limosna que no cuesta y no duele.
28. Que cada comunidad eclesial recorra
provechosamente el camino cuaresmal.
29. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en
ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas.
30. La miseria moral bien podría llamarse
casi suicidio incipiente.
31. Qué gran misterio la encarnación de
Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia,
generosidad, deseo de proximidad.
32. El amor nos hace semejantes, crea
igualdad, derriba los muros y las distancias.
33. Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace
bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia,
conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón,
entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados
34. Lo que nos da verdadera libertad,
verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de
ternura, que quiere compartir con nosotros.
35. La riqueza de Jesús es su confianza
ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre
y solamente su voluntad y su gloria
36. Cuando Jesús nos invita a tomar su
"yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica
pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu
filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano
37. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra
riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y
comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
38. Podemos distinguir tres tipos de
miseria: la miseria material, la miseria moral
y la miseria espiritual.
39. El Apóstol se dirige a los cristianos
de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén
que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de
San Pablo?
40. ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la
invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
Fuente: http://www.javierleoz.org/
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