12 jun 2013

Reflexión - Sé amante del silencio

 

La palabra que no va precedida de una preparación,
de una reflexión en silencio, corre el riesgo de ser vana.

El silencio no está de moda, dicen algunos,
nunca lo ha estado, afirman otros.
La verdad es que vivimos en un mundo
de ruidos; estamos tan acostumbrados
a ellos que no sabemos vivir sin ruidos.

El silencio nos aterra, nos espanta
y lo consideramos propio de monjes
y ermitaños, sin embargo, aunque vivimos
inmersos en una cultura del ruido,
el silencio es importante.

El ser humano contemporáneo,
aun inconscientemente, está gritando con Verlaine:
“Dadme silencio y el amor del misterio”.

El silencio no es contrario a la palabra.
Esta tiene que reposar en aquel, porque
“el resonar de la palabra auténtica puede brotar
sólo desde el silencio” nos dice Heidegger.

¿Qué es el silencio?

“Existe la ausencia de ruido escribe Le Chevalier
y existe el silencio. El silencio es la paz; la ausencia
de ruido, a veces, es la nada angustiosa”.

“El silencio pertenece a la estructura fundamental
del hombre”, ha escrito Picard.
En él afirma Guardini se realiza el conocimiento auténtico”.
Para Gandhi, “el silencio dilata el espacio
de tiempo de nuestra vida”;

Para Psichari, es “un gran maestro de verdad”.
Para Lavelle, “es la forma más perfecta del pudor”.
Para san Pablo de la Cruz, “la llave de oro
que conserva el tesoro de las virtudes”.
Para Bossuet, “el guardián del alma”.

El silencio es algo más que callar la palabra,
es el fruto de un convencimiento de concentración,
meditación, reflexión y oración.

El silencio puede asumir múltiples significados.
Hay silencios positivos de aceptación,
de promesa, creativos...
Pero no todo en el silencio es positivo.
Así como existe la palabra vana e hiriente,
se da el silencio negativo y destructivo.

Existe el silencio falso, como existe la palabra falsa.
Existe el silencio de amenaza, de cólera, de odio, rencor...
“Algunos ha escrito Canetti consiguen la cima
de su maldad en el silencio”; otros, con el silencio,
callan la injusticia, el robo, la mentira...

Para progresar en el silencio hay que dominar
la lengua, los impulsos, los deseos...
ya que el lenguaje que escucha es el del amor.

El silencio prepara el camino para el encuentro
con Dios, para escuchar a los otros
y para escucharse uno mismo.

Quien desee progresar en los caminos del Espíritu
deberá hablar poco a las criaturas y mucho a Dios.
Tendrá que guardar silencio al trabajar, al andar;
silencio de los ojos, de los oídos, de la voz;
silencio de la imaginación, de la memoria...
Es necesario guardar el silencio de la mente,
callar los pensamientos inútiles...

“Por el silencio se reconoce a los que llevan
a Dios en el corazón”, dice G. Tersteegen.

P. Eusebio Gómez Navarro OCD

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