LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
EN EL TEMPLO:
¡LUZ PARA LA OSCURIDAD!
Como María también
nosotros presentamos esa luz, que es Jesús, en el candelero de nuestras manos.
María lo hizo, no solamente
porque la tradición empujaba, también desde el
convencimiento que, aquel Niño, estaba
llamado a horas más grandes y que, posiblemente, traspasarían su corazón
con la espada más afilada del sufrimiento.
Como María,
también nosotros, nos adentramos en el gran templo que es el mundo sosteniendo,
con luchas y fatigas, el peso de la fe que nos exige verdad y justicia, amor y
alegría, entrega y compromiso, claridad, caridad y esperanza.
Como María, también
nosotros, necesitamos ser purificados:
* bucear desde la mediocridad hasta la perfección más alta
* saltar de la verdad a medias, a la transparencia y veracidad de
nuestras palabras
* alejarnos del relativismo que lo invade todo
* enterrar odios y divisiones que guerrean en nuestro corazón
* dinamitar las dudas que quieren cabalgar sobre las certezas o
sobre la fe misma
¡LUZ PARA LAS NACIONES!
Nunca el mundo y sus negocios,
el hombre y sus pretensiones han estado tan maquillados
de color como vacíos de sentido ni presentados con tanto fuego
de artificio.
Necesitamos a un JESÚS que
es LUZ y que haga resplandecer los
rincones más inaccesibles y más difíciles
del ser humano.
Necesitamos de este JESÚS que va sembrando ilusión y paz en las calles por donde transitan los que son auténticos testigos y candiles de
su reino.
Necesitamos a un JESÚS que
sustituya aquellas lámparas que han sido apedreadas por las dificultades y las incomprensiones, por las vergüenzas o por los
intereses que denunciaban.
Necesitamos de este JESÚS que limpie las lámparas que un día brillaron en
todo su esplendor pero que, el paso del tiempo, las ha ido debilitando con
el polvo de la apatía, el cansancio o la
indiferencia.
Necesitamos a un JESÚS que
dé urgentemente ese “fluido evangélico” que nos resulta imprescindible para
aquellos/as que seguimos pensando que es una respuesta para el momento que
vivimos.
Necesitamos de este JESÚS que nos amarre fuertemente a esa gran fuente de
energía espiritual que es el Evangelio.
Necesitamos a un JESÚS que
nos conecte directamente a esa gran central de amor y de ternura, de gratuidad
y de misterios que es el cielo.
Necesitamos de este JESÚS que nos invada con ese arranque (que no es nuclear, eólico ni hidráulico) que
viene y nace del corazón que está unido a Dios por el Espíritu.
Necesitamos JESÚS para
que, cuando nuestra vida haga cortocircuito, nos ayude a separar lo negativo de
lo positivo, la verdad de la mentira, la tacañería del altruismo, la esperanza
del abismo, la oscuridad de la luz.
Ante esta fiesta de
la Presentación del Señor me gusta pensar que también la Iglesia, como Madre
nuestra que es, nos presenta en sus brazos a cada uno de nosotros los
cristianos de a pie, para que allá donde nos encontremos seamos luz
y no apagón, alegría y no caras largas, ilusión y nunca pesimismo, fe antes que
incredulidad, etc., en medio de ese gran templo que es el mundo pero que parece
querer sostenerse en sí y por sí mismo lejos de ese cimiento
fundamental y sólido que es DIOS.
Javier Leoz
http://www.javierleoz.org/
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