Juan Bautista fue “un primer espada” (como se dice en la jerga taurina). Pero, sin embargo, supo estar en su lugar, un segundo lugar. Él era, como diría Jesús: “el mayor de los nacidos de mujer”; pero supo estar en su lugar sin arrogarse protagonismos que no le correspondían. Como él mismo dijo, refiriéndose a Jesús: “no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias”, y aquello de “conviene que yo disminuya, y él crezca”.
Su misión fue la de preparar la llegada del Mesías, y mostrárselo a la gente:”Ese es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Y, una vez que lo ha señalado, desaparece de la escena, aunque como profeta, no cerrará la boca; denunciará lo que está mal; e, incluso, se atreverá a recriminar al poderoso y caprichoso rey Herodes, diciéndole que no le era lícito que viviera con la mujer de su hermano. Eso le costó la cárcel y después la vida (sería degollado).
La figura del Bautista es de alguien muy austero. Se dice que se alimentaba de saltamontes y langostas; que iba vestido con piel de camello; y que vivía en lugares desérticos. Una austeridad a prueba.
¿Quién eres tú? , le preguntan. ¿Eres el Mesías? Y lo negará. Dirá que sólo es la voz que grita: “en el desierto, preparad el camino del Señor”. Buen heraldo, buen precursor, buen vocero ara que tantos siglos esperaron: Jesús.
Juan, el Bautizador, predicaba la conversión. Y su bautismo no era sino un signo de esa conversión. Más adelante, con la Iglesia, llegaría el Sacramento del Bautismo, que nos incorpora a la comunidad, a la gran familia, de la Iglesia; y nos pone en camino del seguimiento de Cristo.
El Adviento que estamos viviendo, o tratando de vivir, es, también, una llamada a la conversión, para llenarnos de Cristo. Ese Jesús que vino en la Navidad, y que viene constantemente a nuestra vida, para llenarla de amor a Dios y a los hombres.
Sin llegar al extremo de Juan, sí que podríamos ser un poco más austeros, tanto en el gasto de ropa como en los alimentos, sobre todo en estas fechas en que los gastos se disparan. Y esa austeridad, no debe ser obligada por la crisis, sino por las necesidades de otros.
Félix González
Fuente: http://blogs.21rs.es/corazones/
hoy se cumple un año ke se fue mi hijo al cielo y estoy muy trite
ResponderEliminarÁnimo! Es duro pasar por la muerte de un hijo. Vi morir al hijo de una amiga con 8 años y es terrible. Son muchas las preguntas, las incertidumbres, las penas, el vacío... pero solo confiando en el Señor, apoyándose en Nuestra Madre se encuentra el consuelo, la esperanza, el decir sí como Ella que vio como crucificaban a su propio Hijo.
EliminarHoy te acompañamos con nuestra oración. Ánimo.
Dicen que, cuando un niño cierra los ojos en el mundo,
un nuevo ángel nace en el cielo.
Que cuando sus manos se cierran en la tierra,
dos alas se despliegan en la eternidad.
Dicen, que cuando un niño deja de palpitar,
un corazón limpio y puro late junto al de Dios.
Que cuando dos pies virginales dejan de caminar,
un gran sendero, con flores y plantas,
espera en lo más alto de la cumbre.
Dicen, que cuando un niño deja de vivir
Dios lo recoge para que siga viviendo eternamente.
Porque, un niño, es promesa e ilusión;
es futuro y es siembra;
es mañana y es sonrisa;
es juego y travesura;
y, por ello mismo, porque es esperanza
un niño nunca deja de existir sino que vive.
Vive porque Dios, como creador,
no permite una obra inacabada.
No quiere que algo suyo quede injustamente en el olvido.
Desea, que este mundo nuestro,
Sea adornado por la belleza y la candidez;
la alegría y la espontaneidad… de un niño.
Por eso, un niño, cuando cierra los ojos prematuramente,
un nuevo ángel nace en el cielo.
Dos alas se despliegan en lo alto.
Un canto angelical se oye en el firmamento.
Un susurro celestial sostiene la tristeza del momento.
Hoy, un ángel, existe en vuestra familia,
en vuestro corazón,
en vuestra fe,
en vuestra esperanza