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8 feb 2013

Cuaresma y la Buena Confesión

 

1.- Pide a Dios que te ayude a sentirte pecador:
El arrepentimiento es una visita de Dios, una señal de su amor. Por eso, antes de acercarnos, es importante que oremos con un corazón arrepentido.

2.- Examina tu conciencia
A menudo, el pecado se esconde en lo más recóndito de nuestro corazón, y muchas veces, ni nosotros mismos somos capaces de verlo, o no lo llamamos pecado, sino costumbre, o cosa hecha por todos. Examina con atención tu conciencia, para ello te pueden servir los mandamientos, o las bienaventuranzas.
Las preguntas que tienes a continuación también te pueden ayudar.


Amaras al señor tu Dios con todo tu corazón
• ¿Es firme mi fe en Dios? ¿Qué me impide que Dios sea lo más importante para mí? ¿Qué hago para robustecer mi fe?
• ¿Rezo asiduamente por la mañana y por la noche? ¿Participo en la Eucaristía sobre todo los domingos? ¿Ofrezco a Dios mis trabajos y mis preocupaciones? ¿Me preocupo por estudiar y profundizar en la Palabra de Dios?
• ¿Hay otros dioses que habitan mi corazón? ¿Qué ídolos me construyo?
Amaos mutuamente, como yo os he amado

• ¿Tengo un auténtico amor al prójimo? ¿Abuso de mis hermanos usándolos para mis fines? ¿Me porto como no quisiera que se portaran conmigo?
• En el seno de mi familia ¿colaboro para que exista la paz, el amor, las buenas relaciones?
• ¿Comparto lo mío con los demás? ¿Qué tiempo, cualidades, dinero pongo, de hecho, a disposición de los demás? ¿Cómo me intereso por las cosas de las personas que viven conmigo, en mi casa, trabajo, ciudad...? ¿Cumplo con mis obligaciones ciudadanas?
• ¿Soy servicial, laborioso, cuidadoso, cumplidor en el trabajo que realizo?
• ¿Cumplo la palabra que doy? ¿Digo de los demás calumnias, mentiras, verdades a medias o por el contrario digo siempre lo justo?
• ¿Me siento separado de alguien por riñas, disputas, peleas? ¿He hecho daño a otro con burlas o de manera física? ¿Me siento dispuesto a la paz o engendro violencia y venganza?
• Si hay personas a tu cargo ¿Te has preocupado por darles siempre lo mejor de ti mismo? ¿Las has utilizado para tus propios fines?
• ¿He robado algo a alguien? ¿He restituido o reparado ese daño?

Sed perfectos como vuestro padre es perfecto
• ¿Me esfuerzo por avanzar en la vida espiritual? ¿Me esfuerzo en dominar mis vicios y mis malas inclinaciones? ¿He sido soberbio? ¿He impuesto mi voluntad a todo trance pasando por encima de los demás?
• ¿Qué uso hago de mi tiempo, de mis fuerzas, de los dones que Dios me ha dado? ¿Vivo en la ociosidad o la pereza?
• ¿He procurado poner siempre mi sexualidad al servicio de un auténtico amor o por el contrario he usado de ella solo por diversión?
• ¿Trato siempre de actuar con la libertad de conciencia de los hijos de Dios, o me siento atado por algo o por alguien?

3.- Pide perdón
Después de haber examinado tu conciencia, quédate en silencio pidiendo a Dios y a su Iglesia perdón. Puedes hacerlo con tus propias palabras o con una oración:
Misericordia Señor, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado, contra Ti, contra Ti pequé, cometí la maldad que aborreces.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me llenas de sabiduría, rocíame con el hisopo, quedaré limpio, lávame, quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría que se alegren los huesos quebrantados, aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, afiánzame con espíritu generoso, no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo Espíritu.

4.- Confesión de los pecados
Acércate con confianza. Puedes comenzar con un saludo normal, o diciendo "Ave María Purísima", como prefieras.
Después manifiesta con sencillez las raíces de tus pecados y tu estado de separación de Dios. El sacerdote te puede dar algunas palabras de aliento. Después se señala una obra de penitencia. Y lo invita a que se reconozca pecador.
Puedes rezar una breve oración como esta: "Señor Jesús, ten piedad de mí, que soy un pecador".
Finalmente, el sacerdote, en nombre de Dios declara que has sido absuelto de tu culpa.


LOS EFECTOS DE LA RECONCILIACION

1. El principal, como su nombre lo indica, es que nos reconcilia con Dios, es decir, nos restituye, si la hemos perdido, a la Gracia de Dios, que no es otra cosa que la participación de la Vida Divina, comunicada al hombre por el Sacramento del Bautismo.

2. El perdón de los pecados, sean veniales o mortales, tiene como resultado, además, la paz y la tranquilidad de conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual. El saberse y sentirse perdonado por Nuestro Padre amoroso es una verdadera resurrección espiritual. Es un nacer de nuevo, libres por fin del peso de nuestros pecados.

3. Hay faltas, como el aborto, que dejan en el alma una huella muy difícil de borrar. Mujeres hay que recurren a un psicólogo para liberarse del complejo de culpa que no las deja vivir en paz. Aquel penitente que realmente contrito y con disposición religiosa confiesa su pecado, puede estar seguro de que Dios le ha perdonado. Es más grande el amor de Dios que cualquiera de los pecados del hombre. Una vez reconciliados con nuestro Padre Dios, no hay por qué sentirse atados a un pasado, por pecaminoso que pueda ser. Cristo devolvió a María Magdalena, mujer de vida disoluta, su dignidad total y la convirtió en Santa María Magdalena, testigo privilegiado y primera anunciadora, a los Apóstoles, de la Resurrección del Señor.

4. El pecado menoscaba o rompe totalmente la comunión fraterna. No hace falta mencionar todos los pecados con los que el hombre ofende al prójimo: mentiras, odios, rencores, injurias, traiciones, calumnias, golpes, asesinatos... Pero no solamente estos pecados que hieren directamente al prójimo, rompen la comunión fraterna: aún los que ofenden directamente a Dios o los muy personales, repercuten en la comunión de los santos, al mermar la santidad de la Iglesia.

El Sacramento de la Penitencia restaura la comunión con la Iglesia. No solamente cura al pecador arrepentido, sino que tiene también un efecto vivificante sobre la vida misma de la iglesia que había sufrido por el pecado de uno de sus miembros

(1 Cor.12,26). Una vez restablecida plenamente su participación en la Comunión de los Santos, goza de los bienes espirituales de aquellos que se hallan ya en la Patria Celestial y de los que aún peregrinan en la tierra.

- Importantísima es también la reconciliación consigo mismo: el penitente perdonado recupera su verdad interior y es liberado del peso que grava su conciencia. Por eso el salmista dice: "Dichoso el que es perdonado de su culpa... cuando yo me callaba se consumían mis huesos... mi pecado reconocí y no ocultó mi culpa... y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado" (Sal.32, 1 -5)

-A toda buena obra, hecha en Gracia de Dios, corresponde un mérito de Vida Eterna, pero al caer en pecado mortal, todos los méritos se pierden totalmente. Cuando somos absueltos y reconciliados, dichos méritos reviven así como los dones del Espíritu Santo y las virtudes infusas.

Oh Dios nuestro y Dios de nuestros padres:
que nuestra oración llegue a tí.
Ya lo ves, Señor.
No somos ni audaces ni endurecidos, ni te vamos a decir
"somos inocentes, no tenemos pecados",
sino que lo confesamos: ¡hemos pecado!
Somos de verdad culpables:
hemos sido rebeldes a tu voluntad,
hemos abusado de tu confianza,
hemos blasfemado, hemos incitado al mal,
hemos calumniado al inocente,
hemos sido orgullosos,
hemos actuado con ira y violencia,
hemos afirmado cosas falsas,
hemos dado malos consejos y ejemplos,
hemos despreciado cosas respetables,
hemos desobedecido, hemos engañado,
hemos despreciado tu palabra,
hemos sido duros de corazón,
hemos cometido injusticias,
hemos oprimido al prójimo,
nos hemos entregado a la corrupción,
hemos cometido acciones vergonzosas,
hemos seguido malos caminos,
hemos rechazado a nuestro prójimo
y, para nuestra desdicha, hemos abandonado tus mandamientos.
Tú, tan justo en todo lo que nos sucede,
has seguido actuando siempre con fidelidad y amor para con nosotros,
y nosotros te hemos olvidado, y hemos pecado
Dios y Padre nuestro, que tu perdón descienda sobre nosotros,
porque tú eres un Dios de misericordia
y ante ti nos presentamos hoy con corazón arrepentido y doliente.
¡Perdón, Señor, hemos pecado contra ti!


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