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26 nov 2012

Una palabra para cada día de la Primera Semana de Adviento 2012



1ª Semana de adviento: ¡VIGILAD!


Lunes: Vigilad vuestra conciencia. No os dejéis llevar por el relativismo que todo lo confunde y todo lo relaja. Cuanta más agua echamos al café, más propiedades pierde éste. El Señor, ante su venida, nos pide tomar conciencia de su llegada. ¿Por qué nos cuesta tanto? Un poco de fe, y no mucho más, necesitamos para vivir estos próximos días de la Navidad. ¿Por qué –como el viejo centurión- no decimos: “Señor; no soy digno de que entres en mi casa”? ¿Acaso no será que no palpamos la presencia del Señor? ¿Por qué no ser un camino por donde venga Jesús?
Que no ocurra en nosotros como aquel joven que, en actitud burlesca, se sentó en una plaza el día de Navidad –esperando a que pasara Dios-  inconsciente de que, Dios, en la otra esquina de la misma plaza pedía en forma de mendigo; en el hospital gemía en un enfermo o,  que en su misma casa, con su madre  –en ese mismo momento- estaba muriendo.


“Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe” (Mt 8,5-11)
Martes: Vigilad vuestras miradas. A veces vamos detrás de lo superfluo y dejamos a un lado lo importante. Lo esencial, muchas veces, es imperceptible a los ojos. ¿Vemos el aire? ¿Observamos el oxígeno? En cambio, lo comprobamos por nosotros mismos, sin ellos, no podríamos vivir.
Demos gracias a Dios, en este día, porque su presencia, sus cosas, las cosas del Señor  las revela a gente como nosotros. A personas que no dudamos de El y que, por el contrario, preparamos su venida. ¡Cuántos hombres desearían tener lo que nosotros tenemos! ¡Cuántos hombres y mujeres todavía no conocen que, Jesús, nació para traernos la Salvación de Dios! Que nosotros, ya que lo vivimos por la oración, que lo hemos recibido por el Bautismo o que lo recibimos en la Eucaristía, sepamos valorar la suerte que tenemos de ver y oir lo que el Señor nos hace y nos dice.
“Te doy gracias..porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos”(Lc10,21-24)


Miércoles: Vigilad vuestra generosidad. Cuando hay fe, el pan se multiplica. Cuando han egoísmo, hasta la riqueza se convierte en pobreza. El Señor viene en Navidad. Y, entre otras cosas, viene para recordarnos que en el mundo podemos vivir como hermanos. Que en la tierra se puede vivir dignamente poniendo todos un poco de nuestra parte. Si el Señor hizo andar a los paralíticos, devolvió la vista a los ciegos o la sensación del sonido a los sordos ¿por qué no nos va a dar a nosotros lo que más necesitamos para ser felices? Recientemente, un joven, en un programa televisivo decía –más o menos- lo siguiente: “no me falta de nada, pero siento que me falta algo” ¿No le faltaría a este chico alguien? ¿Alguien con quién hablar? ¿Alguien con quién compartir?  El Señor, viene en Navidad, vigilemos para que repartamos, como Dios lo hace, con el corazón.


“El mandó que la gente se sentará en el suelo. Comieron todos hasta saciarse” (Mt 15,29.37)

Jueves: Vigilad vuestra lealtad. ¿Qué es lo que más nos duele de una ofensa de un amigo? ¿Acaso no es el sentirnos traicionados por él? La lealtad significa, entre otras muchas cosas, permanecer fieles hasta el final. No ser como la veleta que, tan pronto, apunta al norte como hacia el sur (según la dirección del viento). El Señor viene. ¿Cómo nos encontrará? ¿Inquietos o firmes? ¿Leales a su Palabra o distraídos con simples tebeos? ¿Diciéndole que le queremos  u olvidando sus mandamientos? Sí; amigos. El movimiento se demuestra andando y, por ello mismo, en este día pidamos al Señor que nos ayude a cumplir su voluntad en los pequeños detalles de cada día. Cada uno en su sitio y, en cada sitio, desarrollando con espíritu cristiano nuestras tareas. ¿O eso no es cumplir también la voluntad del Señor? ¿Seremos capaces de construir la vida según los planos de Dios? La Navidad es una oportunidad para intentarlo. Para echar cimientos y de los buenos: con amor.


“No todo el que me dice –Señor, Señor- entrará en el reino de los cielos”
(Mt 7,21)

Viernes: Vigilad vuestra vista. Hay gente que cree saberlo y verlo todo. Luego pasa lo que pasa. Las grandes equivocaciones nacen muchas veces por querer abarcarlo todo y por pretender saberlo todo.
Llega la Navidad. ¿Qué nos dice el Señor? ¡Que abramos bien los ojos! ¿No os parece que estamos un poco colapsados por lo que el mundo nos ofrece y poco sensibles a lo que Dios nos da? ¿Quién regala en Navidad? ¿Dios o el hombre? ¿No es Dios, quien adelantándose,  nos ofrece todo su amor en Jesús?
Recientemente, antes de morir el campeón de esquí, Fernández Ochoa, decía “morir es pasar de la tiniebla a la luz”. El Señor, todos los días, cuando amanece, nos da una nueva oportunidad para pasar del error a la verdad; de la ceguera espiritual a la amistad con él. Por algo, y volviendo al deportista español, también antes de morir afirmaba: hay que vivir con dignidad, la vida es muy corta y demasiado bonita”. Que el Señor, que llega en Navidad, nos ayude a abrir bien los ojos para disfrutar de tantas cosas buenas que Dios nos regala. ¡Seamos esquiadores hacia Belén! ¡Cerremos los ojos y, cuando los abramos, que veamos al Señor! ¡Será Navidad!


“Les tocó los ojos diciendo: que os suceda conforme a vuestra fe; y se les abrieron los ojos” (Mt 9,27ss)

Sábado: Vigilad vuestra compasión. Cuando encendemos la televisión ¿qué preferimos? ¿Las escenas de pobreza o los palacios atestados de riquezas? ¿Qué mantenemos como programa preferido? ¿Uno sobre el Tercer Mundo o una película de violencia, acción, amor..? Jesús, que se va acercando poco a poco, se compadecía de la gente que lo pasaba mal.
En las grandes ciudades, si lo pensamos  un momento, la gente va deprisa; camina acelerada; mira al frente pero no se mira de frente; cada uno marcha hacia su responsabilidad. Recientemente nos sorprendía una noticia: “un trabajador ha permanecido muerto en su mesa de trabajo cuatro días, sin que nadie se percatase de lo sucedido”. Necesitamos de la Navidad. Entre otras cosas para que el Señor mueva nuestra compasión y revitalice nuestros sentimientos de solidaridad con los que sufren. ¿Lo harás Señor? ¿Dejaremos que renazca en nosotros la compasión? ¿Quieres saber cómo puedes ser feliz? ¡Haciendo felices a los demás! En definitiva, eso es lo que intentará, Dios con nosotros, en Navidad.

“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”
 (Mt 9,35ss)





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