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14 oct 2012

Poemas de Santa Teresa de Jesús


Nada te turbe

Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta.


Vivo sin vivir en mí

Vivo ya fuera de mí después que muero de amor, porque vivo en el Señor que me quiso para sí.
Cuando el corazón le di,
puso en él este letrero:
que muero porque no muero.

Esta divina prisión del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay! ¡Qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay! ¡Qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no es la esperanza larga;
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Solo con la confianza vivo
de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Estando ausente de ti,
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
por ser mi mal tan entero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte:
Vida no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte;
venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba
es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida ¿qué puedo yo darle a mi Dios,
que vive en mí si no es perderte a ti,
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a Él sólo es el que quiero,
que muero porque no muero.


Sobre aquellas palabras

Ya toda me entregué y di
y de tal suerte he trocado,
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Cuando el dulce cazador me tiró
y dejó rendida, en los brazos del amor
mi alma quedó caída.
Y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Hirióme con una flecha enherbolada de amor,
y mi alma quedo hecha una con su Criador,
ya no quiero otro amor
pues a mi Dios me he entregado,
y mi amado es para mi,
y yo soy para mi amado.

2 comentarios:

  1. Vuestra soy, para vos nací
    ¿qué mandais hacer de mí?

    Un abrazo desde Pucela

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  2. ¡Muchas gracias, Consuelo!
    "ya no quiero otro amor
    pues a mi Dios me he entregado"
    Te echamos mucho de menos.
    Un abrazo muy fuerte de todas las que hemos participado en el San Fermín.

    ResponderEliminar

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