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22 jul 2012

Pide al Señor que te dé sabiduría al hablar y al callar


Con frecuencia me encuentro a mí mismo quejándome interiormente por tal o cual situación de torpeza humana o de injusticia ante ciertas situaciones.
Sin embargo, mi ángel custodio me recuerda que con lamentarme no cambio nada; que lo que debo hacer es orar por esa persona o situación, amarla a través del corazón de Jesús, colmarme de su paciencia y sabiduría, y recién allí puedo ocuparme, hablando, corrigiendo o iluminando esa situación, si está a mi alcance hacerlo.
Pienso que si alguien hubiese tenido motivos para quejarse, ésa hubiese sido la Virgen María. No obstante, de sus labios, jamás surgió palabra alguna de amargura, queja o impaciencia.
Cuando los justos son felices, se alegra la ciudad, cuando perecen los malvados, se oyen gritos de alegría. Con la bendición de los hombres rectos, se levanta una ciudad, la boca de los malvados la destruye. El que desprecia a su prójimo es un insensato, y el hombre inteligente sabe callar. Proverbios 11, 10-12.
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