Fuente: http://blogcatoliconavideno.blogspot.com.es/
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27 dic 2017
30 nov 2017
25 nov 2017
EL PADRE MORALES ES YA VENERABLE: MAESTRO, TESTIGO Y PADRE. O “Tomasito” para los más pequeños.
“¿Qué quieres ser de mayor?” -le pregunté no hace mucho a Vitoria, una niña de 9 años-. “Misionera”, umm, o Dentista, no sé…” –me contestó-. “¿Sabes que se puede ser las dos cosas a la vez?”-le expliqué-. Es una nueva realidad del Espíritu Santo, para seguir construyendo su Iglesia. Y el Señor se lo inspiró a algunos hombres en la Iglesia, que le secundaron la idea aunque al principio no sabían qué era lo que Dios quería con ello. Eso le pasó al Padre Tomás Morales, sacerdote jesuita. Y muchos jóvenes, chicos y chicas, aprendieron con él que se puede ser santo en el mundo, dedicado a las tareas corrientes de la vida y totalmente entregado a Jesús y a María, amando a todos; especialmente a los jóvenes, pobrecitos, que a veces andan muy despistados. El Padre se fue al cielo hace unos años, en 1994 y ahora el Papa Francisco lo nombró Venerable, que significa que lo propone como modelo para toda la Iglesia.
Sabes, yo conocí al Padre cuando tenía 14 años. Casi muero del susto cuando veo aquel
sacerdote tan alto y delgaducho, con una sotana negra. Al presentarme una
estampa de la Inmaculada y preguntarme si la conocía, la Virgen con su mirada
me conquistó. Y de eso han pasado ya
casi 30 años, pero me acuerdo todos los días.
Así yo también empecé a amar mucho a la Virgen, a quererla con locura, y
por eso deseo que todos los niños y los jóvenes del mundo la amen también. Después estudié para profe y me consagré a Dios,
totalmente, como el Padre Morales; podía hablar con él y hacerle preguntas, me
animaba cuando me venía abajo y me recordaba “no te canses nunca de estar
empezando siempre”. Siempre me invitaba a llevar la alegría a mis compañeros,
en casa… Él fue el instrumento de Dios para mí.
¿Quieres
saber más cosas del P. Morales? Hay un libro muy chuli que te lo cuenta, se
llama “Yo también quiero ir al cielo”, y además cuando lo lees tienes que
descubrir un enigma.
Si en casa, o en la
parroquia, o en el cole no lo tienen todavía, pídele a los mayores que te lo
cuenten, yo se lo voy a resumir aquí para ellos:
“El
pasado día 8 de noviembre el Santo Padre ha proclamado venerable al Padre
Morales S.J. (1908-1994) reconociendo sus virtudes heroicas.
Con
este reconocimiento el Padre Morales se convierte en patrimonio de la Iglesia,
superando los límites de las obras que fundó y las personas que le conocieron.
En efecto, su manera de vivir el sacerdocio, su promoción incansable del
laicado, su estilo educativo tan sólido y fecundo, su honda vida espiritual
cimentada en la oración contemplativa, el amor filial a la Virgen y la pasión
por Jesucristo pueden iluminarnos, inspirarnos y sostenernos en estos tiempos
difíciles, semejantes a los que a él le tocaron vivir en su juventud.
Hijo
de padres canarios, nació en Venezuela aunque enseguida su familia se trasladó
a Madrid. Con la perspectiva de
dedicarse a la política estudió derecho en Madrid, donde compaginó sus brillantes
estudios que culminaron con el premio extraordinario fin de carrera con un
intenso apostolado universitario, llegando a ser presidente de los estudiantes
Católicos. Realizando el doctorado en Bolonia recibió la apremiante llamada de
Dios por lo que ingresó en el noviciado de los jesuitas en Chevegtone
(Bélgica). Ordenado sacerdote en 1942 y completada su formación, su primera
misión fue la predicación de Ejercicios espirituales a universitarios,
empleados y obreros. Fruto de su labor, surgió en 1946 el Hogar del empleado
que desarrolló una extraordinaria obra social en el Madrid de la posguerra. Con
algunos de aquellos jóvenes, tras lenta maduración, nacieron varias obras
apostólicas y de consagración a Dios en el mundo: los Cruzados y Cruzadas de
Santa María, los Hogares de Santa María y la Milicia de Santa María.
ENAMORADO
DE DIOS. Algunas caricaturas se han hecho de él. Sin embargo, yo no puedo menos de constatar que
toda su vida fue un gran acto de amor y de servicio, a Dios, Santísima Trinidad,
y a los hombres, sus hermanos, enderezando todas las energías y los
extraordinarios talentos que poseía al fin de “ayudar y salvar (a la juventud)
y encontrar entre ellos y ellas –son sus palabras- almas fervorosas que
quieran, mirando a la Virgen, colaborar con Cristo en la salvación de las
almas”. Su identificación con Cristo era transparencia para los que fuimos
testigos de su vida.
Se
hacía todo a todos. Y su finísima sensibilidad, inteligencia y sentido del humor ganaba la confianza de personas
de todas las edades y condiciones. Su esfuerzo porque no nos quedáramos en él y
fuéramos a Dios, me produce aún hoy una especial reverencia y ternura. Porque,
a pesar de todo, no podíamos menos de quererle mucho. Es natural, ¡él nos dio a
luz para Cristo y para su Iglesia!
APOSTÓL
DE APÓSTOLES. De su amor han brotado todas sus obras. Que eran para gloria de
Dios lo testimonia elocuentemente su afán constante de desaparecer, su
conciencia de ser un simple instrumento, su perseverancia en dar protagonismo a los demás y, singularmente, a los laicos.
Practicó asiduamente su principio de hacer-hacer, impulsando, con invencible
constancia la acción apostólica de todos los que se acercaban a él buscando,
quizá sin saberlo, a Dios. A todos
ayudaba a salir de sí mismos para darse a los demás, a todos hacía conscientes
de una gran misión capaz de llenar una vida entera… la de ser colaboradores de
Dios: “Cristo te necesita”… De ese llamamiento surgían vocaciones a todos los
estados de la vida cristiana, siendo notables las vocaciones contemplativas que
suscitó y alentó durante toda su larga vida.
SACERDOTE.
Así, a secas. ¡Qué conciencia de su dignidad y de su indignidad, de sus
obligaciones pastorales que le llevaron a vivir totalmente expropiado de su
tiempo, radicalmente pobre de cosas y de espíritu, amorosamente mortificado en
todas las cosas! ¡Qué manera de vivir la Misa y de enseñarla a vivir entrando
en el misterio de Jesucristo inmolado por nosotros, y de hacer de la Eucaristía
el centro vital, imprescindible, de la existencia! Me parece que hay tres
palabras que definen bien cómo vivió su sacerdocio: maestro, testigo, padre.
Fue
maestro, viviendo lo que enseñaba con radical coherencia y ejemplaridad.
Fue
testigo de lo eterno, de la belleza y novedad permanente del Evangelio de
Jesús, del poder transformador de la amistad íntima con Él. Su oración, unida a su testimonio silencioso,
eran ya una poderosa llamada y fue reclamo para muchísimas almas.
Y
sobre todo, fue padre. Su paternidad era intensa, generosa, delicada y exigente,
realista, humilde, educadora. Tuvo con nosotros la paciencia de los santos, la
dulzura de las madres, la firmeza de los padres, la abnegación de los maestros.
El
Padre Morales gozó de fama de santidad ya en vida. Esta fama continúa extendiéndose
por el mundo y a ello contribuirá notablemente el paso que ha dado la Santa
Sede. Nos encomendamos a su intercesión para que muy pronto quiera Dios
concedernos el milagro de la beatificación.
Padre Tomás Morales, profeta de nuestro tiempo:
24 nov 2017
22 nov 2017
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