En Ella, con el anuncio del Ángel,
Dios aterrizó y lo hizo de una forma extraordinaria y humana.
Sin dejar de ser Dios, María, en la pista de sus entrañas
acoge el aterrizaje más arriesgado del Creador en la humanidad.
¿Cómo será posible?
¿Cómo lo hará?
Lo grande, lo nunca visto, de repente aparece en el horizonte
desciende y, en las dos alas del Espíritu Santo,
su bondad, su amor y su entrega sin condiciones
cae pausadamente en la pista de María Virgen.
¡Gracias, María!
Gracias por ser un aeropuerto en el que, Dios,
ha logrado maniobrar para venir a recogernos.
Porque, gracias a tu "sí",
podremos, nosotros, ascender hacia el cielo.
Porque, gracias a tu "sí"
podremos ver descender por la escalerilla de tu sencillez
al Verbo Encarnado, al que hasta ahora habitaba en lo alto.
Porque, gracias a tu "sí"
vivir tendrá un componente más: ¡La esperanza!
Gracias, María, por señalizar el camino a Dios,
por facilitárselo con las balizas de tu pobreza,
generosidad, alegría, obediencia y fe sin condiciones.
Gracias, María, porque desde la torre de control del cielo
Dios valora tus riesgos y tus renuncias
tus desvelos y tu dedicación sin reloj ni calendario.
¡Gracias, María!
Te honramos, en este mes de mayo,
porque por ser aeropuerto para el descenso de Dios
hemos conocido el amor que Dios nos tiene.
Porque, gracias a tus pistas limpias y puras
también nosotros podremos acercarnos al cielo.
Ayúdanos, María, en tu aeropuerto de Madre,
a no olvidar que -también nosotros-
tendremos un vuelo que despegará
no sabemos cuándo ni dónde
en dirección a esa eternidad donde te veremos.
Amén.